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La tragedia de Lima

julio 30, 2012 Deja un comentario

Durante estos días los Juegos Olímpicos van a copar toda la atención deportiva. Es cierto que el fútbol no es el ‘rey’ de esta cita, pero también tiene su cuota de protagonismo. Tanto que son multitud los países que verán el torneo por televisión y  hubieran deseado clasificarse para el campeonato de balompié. Y es que el fervor por ver a tú país disputar unos Juegos que si no se clasifica puede traer esa eliminación consigo el peor de todos los hechos. La tragedia de Lima de 1964 fue un ejemplo de ello. 
 
En mayo de dicho año se disputó en Perú el torneo preolímpico en Sudamérica. La gran recompensa que ofrecía este campeonato es que de él iban a salir los dos países que iban a obtener su billete para los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964.
 
Se llegó a la ultima jornada del preolímpico y en ella había un partido que destacaba por encima de los demás: el Perú-Argentina. Tras un gran campeonato, a los locales les valía un empate para obtener el pase a la cita olímpica, mientras que su rival con una victoria se aseguraba el primer puesto.

La expectación que había en Lima, ciudad en la que se iba a disputar el encuentro, fue máxima. Tanto que cuando había 45.000 personas la policía ordenó que se cerraran las puertas del estadio para que no entrara nadie más, para que no hubiera una gran masificación en las gradas. Decisión que más adelante sería mortal.
 
Comenzó el partido y a Perú se le notaron los nervios de quién se sabe que está a las puertas de lograr algo muy grande pero no está acostumbrado a la presión que supone el alcanzar un objetivo así. Por ello, Argentina aprovechó esos nervios para adelantarse en el marcador.
 
El tanto cayó como un jarrón de agua fría entre los espectadores. Sin embargo, el equipo peruano no se vino abajo. Tanto fue así que a poco del final lograron el gol del empate, que a la postre les concedía el pase a Tokio. Sin embargo, el árbitro uruguayo Ángel Eduardo Payos decidió anularlo.

Fue entonces cuando el estadio se revolucionó. Un energúmeno llamado «El negro bomba» saltó al campo para intentar agredir al colegiado, pero los agentes de policía lo evitaron. En ese momento Payos decidió suspender los pocos minutos que le quedaban al partido por entender que no se podía asegurar la seguridad de las personas que integraban el terreno de juego.
 
Esa acción provocó que el público se encolerizara hasta límites insospechados, pues veían como ahí se les escapaba la oportunidad de poder jugar unos Juegos Olímpicos. Los hinchas comenzaron a tirar de todo al campo y a hacer amagos de querer saltar al terreno de juego. Fue ahí cuando Jorge de Azambuja, comandante de policía, ordenó que se tirara al público gases lacrimógenos para así evitar que el público invadiera el terreno de juego.
 
El campo, abarratado, comenzó a moverse para coger algo de oxígeno y muchos pensaron lo mismo: hay que salir del estadio. Sin embargo, las puertas del público estaban cerradas y se originaron varias avalanchas que tuvieron el peor de los resultados: 340 personas fallecieron y 500 fueron heridas, según cifras oficiales.
 
El relato de los hechos por parte del periodista Mauricio Gil en ‘El Comercio de Perú’ al día siguiente resulta sobre cogedor: “El aire se agota. Los pulmones se encogen. Las costillas se quiebran. La avalancha humana transformó el miedo en histeria al toparse con las puertas cerradas. Obstáculos de metal que sólo se abrían hacia dentro y que concluían las escaleras, el descenso hacia la muerte. La masa es un río de gritos y pánico: incontenible e ignorante arrasa con las personas que tropiezan y caen bajo los pisotones. No había forma de retroceder, ascender ante la ruta equivocada de escape o escalar hacia la tribuna, donde a pesar de los gases tóxicos había libertad y no esa prisión de cuerpos apretándose, asfixiándose, matándose. La presión de los que se unían a la cascada de personas hacía imposible huir. La tragedia del Estadio Nacional debía ser consumada».
 
Muchos peruanos mantienen que hubo muchas más muertes y que no todas llegaron por asfixia, sino que también se oyeron disparos. Algo tan siniestro como el informe que presentó un mes después el juez Benjamín Castañeda, quien estuvo a cargo de la investigación, que concluyó que hubo “una siniestra conjura para avasallar al pueblo con un trasfondo que debe ser investigado”. Siete años más tarde el gobierno peruano anuló este informe  y declaró como culpable de los hechos a De Azambuja.

El Bologna del 64 y la sombra del dopaje

marzo 28, 2011 2 comentarios

El doping es una de las lacras que tiene el deporte y aunque el ciclismo es, posiblemente, el más afectado por este tema, el fútbol, lamentablemente, no se ha escapado de sus garras. Uno de los primeros casos de doping que se conoció en el balompié fue el del Bologna que se proclamó campeón de Italia en 1964. Aún hoy no han quedado muy claro qué es lo que realmente sucedió.

El Bologna en la campaña 63/64 disputó de tú a tú el Scudetto al todopoderoso Inter de Milán de Helenio Herrera, que había ganado el título el año anterior y que era temido en Europa. Sin embargo, los rossoblu recibieron un grandísimo golpe el cuatro de marzo de 1964: cinco de sus futbolistas (Fogli, Pascutti, Perani, Pavinato y Tumburus) y su entrenador (Fulvio Bernardini) fueron sancionados 18 meses por haber dado positivo por consumo de anfetaminas en un control antidopaje llevado a cabo el dos de febrero del mismo año tras haber ganado al Torino por 4-1, en la que era la décima victoria consecutiva de los boloñeses, todo un récord. 

Obviamente, también les quitaron los tres puntos. Entonces la ciudad de Bolonia se echó a la calle para protestar. Pensaban que todo aquello era fruto de una persecución ideada para que el Inter fuera campeón: con tres puntos menos y con cinco de sus titulares sin poder jugar lo que restaba de campeonato, el camino de los neroazzurri hacia el título se allanaba. El Bologna decidió actuar y contrató a unos abogados (Cagli, Gabellini y Magri) para que pleitearan por la vía ordinaria contra la Federación por la sanción de manera personal, ya que estaba totalmente prohibido que un club lo hiciera. La primera decisión que tomaron los abogados fue que los futbolistas acusados no realizaran el contraanálisis que pudiera verificar, o no, el positivo.

Una actitud que resultó un tanto sospechosa, puesto que muchos entendieron que si no tenían nada que esconder no debían de haberse negado a realizar el segundo examen de orina. Sin embargo, la táctica les salió bien a los procuradores, puesto que el Bologna recuperó los tres puntos y a sus jugadores y técnico se les levantó la sanción. De esta manera el conjunto rossoblu llegó a la última jornada del campeonato con opciones de obtener el scudetto, ya que estaba empatado a puntos con el Inter.

El Bologna hizo los deberes ganando a la Lazio y los neroazzurri también al derrotar al Atalanta, un hecho que les obligaba a disputar a ambos un partido de desempate para dirimir quién ganaba el título. Sin embargo, el equipo dirigido por Bernardini durante unos minutos se vio campeón por una curiosa confusión. Al finalizar su encuentro contra la Lazio, en los altavoces se gritó “Desempate” (Spareggio) y la mayoría entendió “empate” (pareggio), pensando que el Atalanta había dado la sorpresa.

Días más tarde, el presidente del Bologna, Renato dall’Ara, que hoy da nombre al estadio del equipo, desaconsejando a los médicos que le pidieron que se quedara en casa porque estaba muy débil del corazón, viajó a Milán para hablar con la Federación y el Inter de la “final por el título”. En la reunión estuvo muy presente la sanción por dopaje que habían sufrido los boloñeses en marzo y Dall’Ara inició una acalorada discusión Angelo Moratti, presidente del Inter y padre de Massimo -actual mandamás de la entidad milanesa-, y con Giorgio Perlasca, presidente de la Federación. Su corazón no aguantó y Renato murió de un infarto en los brazos de Moratti.

Días más tarde, en Roma se jugó el partido decisivo. El Inter partía como favorito, ya que una semana antes había ganado la Copa de Europa. Sin embargo, el triunfo final fue para el Bologna, que honró la memoria de Dall’Ara con una victoria por 2-0. Helenio Herrera estaba convencido de que aquel Bologna se había dopado para obtener el título y dijo que Bernardini le había prometido que contaría toda la verdad una vez que pasara un tiempo considerable. 

Sin embargo, Bernardini se fue a la tumba sin decir ni una palabra de lo que pasó. Todo ello ha provocado que con los años hayan llegado varias versiones sobre lo ocurrido. Una defiende la honestidad de los rossoblu y que éstos no fueron más que una víctima de todo. «En enero del 64 tres hombres se ofrecieron al presidente del Bologna para hacer una caza contra el Inter por un costo de treinta millones. Dall’Ara se negó y un mes después los rossoblu se vieron desbordados por el ciclón del dopaje «, dijo Augusto dall’Ara, sobrino de Renato, en una entrevista. “Unos años antes de su muerte, Viani (el entrenador del Milan en aquella época) me dijo que fue él quien manipuló los tubos”, declaró el doctor Dalmastri, médico de los boloñeses del 64 al 90. 

Sin embargo, cuesta encontrar alguna razón que apoye que Viani decidiera arriesgar tanto para ayudar al eterno rival del Milan. Por ello, la versión de que el dopaje realmente existió tiene mucha más fuerza. Especialmente con declaraciones como las que hizo en el 98 a la Gazzetta dello Sport Giacomo Bulgarelli, uno de los jugadores que formaba parte de aquella plantilla: “Siempre me daban Micoren. Me dijeron que lo necesitaba para respirar y lo tomé. Pero no sólo yo, todos mis compañeros también lo tomaban. Cuando los controles se volvieron más estrictos, dejamos de tomarlo». Curiosamente, el Bologna nunca más volvió a ganar el Scudetto. Por ello, parece que el resultado más claro de aquella temporada 63/64 fue el de Doping 1, Fútbol 0.