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Brian Clough, el genio inglés

febrero 1, 2010 2 comentarios

Si hay un técnico que ha sentado cátedra en el Reino Unido no cabe duda de que ése es Brian Clough. Genio y figura dentro y fuera del terreno de juego, su estilo ha sido imitado por muchos grandes como José Mourinho. Sin embargo, Brian Clough sólo hubo uno.

El 26 de diciembre de 1962 una lesión en el ligamento cruzado puso fin a la prolífica carrera de Clough como delantero centro, en la que logró 197 goles en 213 partidos con el Middlesbrough y 54 tantos en 61 encuentros en el Sunderland. Sin embargo, donde muchos no hubieran visto más que una oportunidad para lamentarse de su mala suerte él vio una oportunidad: convertirse en entrenador.

Tras foguearse como técnico en las categorías inferiores del Sunderland, Brian tuvo su primera oportunidad como entrenador de un equipo profesional en el Hartlepools United. Más allá de los resultados cosechados en este equipo, comenzó a formar junto a Peter Taylor uno de los tándems más importantes de la historia del fútbol británico.

Tras esta aventura, ambos se marcharon al Derby County, donde permanecieron del 67 al 73. Cogieron a los Rams en Segunda y los convirtieron en campeones de Inglaterra en el 72. Sin embargo, a Clough le gustaba mover todo a su antojo y el presidente del Derby decidió despedirle en 1973, tras realizar la contratación más cara en la historia del club sin haber consultado al máximo mandatario de la entidad.

Junto con Peter Taylor se marchó al Brighton & Hove Albion, de la Tercera División, por donde pasó sin pena ni gloria durante una temporada, antes de aterrizar en el Leeds. En aquellos momentos, el conjunto de Elland Road era el mejor de Inglaterra tras haber ganado el título en el 74 y la F.A. Cup en el 72. Nada más entrar en el vestuario del Leeds fue muy claro con sus jugadores: “Hasta donde yo sé, podéis tirar todas esas medallas que habéis ganado estos años a la basura, ya que las ganasteis todas robando”.

Con la mayoría de la plantilla en su contra, el Leeds obtuvo unos resultados pésimos en el inicio del campeonato. Ello, y que su inseparable Peter Taylor no le acompañó en esta aventura, propició que 44 días después de su llegada el club le despidiera. “Hoy es un día espantoso… para el Leeds United”, señaló el técnico al conocer la noticia.

En el 75, ya con Peter Taylor a su lado, aceptó una propuesta del Nottingham Forest y logró que el equipo pasara de vagar por la Segunda División con muchos problemas a convertirlo en hasta dos ocasiones en campeón de Europa. De hecho, el Forest es el único equipo del Viejo Continente que tiene más copas de Europa que títulos de Liga en sus vitrinas. Antes de jugar la segunda final de la Copa de Europa, Peter Shilton, portero de aquel mítico equipo, recriminó a Clough las condiciones en las que se encontraban los campos de entrenamiento en los que preparaban el decisivo encuentro. Brian, ni corto ni perezoso, le dijo que le llevaría a un sitio perfecto y Shilton acabó en una glorieta con césped en el centro en medio de la carretera y con los coches pasando alrededor.

Y es que Cloguh tenía muy claro que el único que mandaba en el vestuario era él:»Si me discutiera un jugador nos sentaríamos juntos unos veinte minutos, hablaríamos del asunto y al final decidiríamos que yo tengo razón». Por este tipo de cosas Clough recibió el apodo de Old Big ‘Ead («viejo creído»), aunque él justificaba su mote: En ocasiones he sido un poco creído. “Creo que la mayoría de la gente lo es cuando pasan al primer plano. Me llamo a mi mismo Old Big ‘Ead sólo para recordarme no volver a serlo”.

Y es que si había una cosa clara es que su figura no dejaba indiferente a nadie. A ello, además de su excepcional trabajo como técnico, ayudaron ciertas frases célebres como: “Ya sé que Roma no se construyó en un día, pero es que yo no me encargué de ese trabajo” o “¿Qué si me considero el hijo de Dios en la tierra? No, ése es mi hijo”. A muchos, también, no les gustaba Clough porque continuamente criticó el juego directo a base de pelotazos que se desarrollaba en Inglaterra: “Si Dios hubiera querido que el fútbol se jugara en las nubes, no habría puesto hierba en el suelo”.

Brian dejó el Forest en el 93, después de que éste descendiera a Segunda y de que comenzaran a ser muy graves los problemas que tenía con el alcohol. Unas dolencias que provocaron su muerte en 2004 tras haberle realizado un transplante de hígado. Su funeral se celebró en el Pride Park Stadium, estadio del Derby County, debido a que la catedral de la ciudad se quedó pequeña para despedirle. Sin embargo, antes de morir dejó otras de sus múltiples perlas al referirse a Sir Alex Ferguson, uno de sus máximos detractores: «Por muchos caballos, títulos de caballero y campeonatos que tenga, el no tiene dos que yo sí que tengo. Y no me refiero a pelotas”. Se refería a que él había ganado dos copas de Europa y Ferguson entonces únicamente tenía una en su palmarés. Genio y Figura.

*Para todo aquel que esté interesado en Brian Clough recomendamos que vean el film  “The damned united”, en el que se refleja su paso por el Derby y el Leeds.

Barbosa, “O goleiro maldito”

octubre 26, 2009 2 comentarios

Aquellos que piensan que el fútbol no es más que un mero deporte o una simple distracción para tener a la sociedad contenta es que no conocen la historia de Moacir Barbosa. Un hombre que durante toda su vida fue condenado por la sociedad brasileña. Su pecado: haber encajado un gol.

El Mundial de 1950 disputado en Brasil tenía un claro favorito y ése no era otro que el conjunto anfitrión. Barbosa, Augusto, Juvenal, Bauer, Danilo, Bigode, Friaça, Zizinho, Ademir, Jair y Chico conformaban un once que parecía predestinado a hacer historia y levantar la Copa del Mundo. El campeonato en aquellos años no se disputaba como en la actualidad y el título se disputaba entre el mejor de una liguilla de cuatro.

A Brasil, después de haber goleado a España e Inglaterra, le valía un empate en la última jornada contra Uruguay para proclamarse campeón, algo que parecía sencillo. 173.850 personas fueron a Maracaná a ver el decisivo partido contra los charrúas. El encuentro transcurría con empate a uno –resultado que le valía a Brasil- hasta que a falta de diez minutos para la conclusión llegó la tragedia.

Ghigia batió a Barbosa y estableció el 1-2 en el marcador, que a la postre no se movería y dio el título a Uruguay. La derrota sumió a Brasil en una decepción inexplicable que llevo, incluso, a cientos de personas a suicidarse. Lo único que aprendió la afición de esa derrota es que tenía un culpable: Barbosa, al que bautizaron como “O goleiro maldito”.

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A partir de entonces el meta, de los mejores que ha dado Brasil a lo largo de toda su historia, fue duramente criticado por la prensa y la sociedad comenzó a hacerle el peor desprecio que se le puede hacer a una persona: el vacío. Allá por donde fuera Barbosa era señalado con el dedo, no se paraba de hablar a sus espaldas y la gente tenía miedo de tener contacto con él para que no les gafara.

De hecho, durante el Mundial de 1994 se acercó al hotel en el que se concentraba la selección brasileña y fue expulsado por un  directivo de la Confederación de fútbol del país al enterarse de la noticia. “Llévense de aquí a este señor, trae mala suerte”, le dijeron a los guardias.

De hecho, antes de su muerte, Barbosa confesó que un día en la década de los ochenta comprando en un supermercado una señora se le quedó señalando mientras le decía a su hijo: “Mira ese fue el hombre que hizo llorar a todo un país”. Moacir no lograba entender el por qué de esos comentarios cuando había pasado tanto tiempo desde la final del 50 y llegó a pensar que vivía en una cárcel: “En Brasil la pena que la ley establece por matar a alguien es de 30 años. Están por cumplirse 50 de aquella final y yo sigo encarcelado: la gente todavía dice que soy el culpable. Si no hubiera aprendido a contenerme cada vez que la gente me reprochaba lo del gol, habría terminado en la cárcel o en el cementerio hace mucho tiempo».

 barbosa

Finalmente, murió a los 73 años en abril de 2000 con la sensación de nunca haber recibido un perdón por parte de que aquellos que tanto le maltrataron con sus comentarios. Sus últimos días los pasó trabajando como empleado de mantenimiento en Maracaná, se encargaba del buen estado del césped. Con el paso de los años se decidió cambiar las porterías y Barbosa pidió aquella en la que le Ghigia le condenó para el resto de su vida.

Hay quien comenta que lo hizo para volver a jugar dicho partido en el cielo, atajar el balón que entonces no pudo y recuperar así una sonrisa a la fue condenado a renunciar por lágrimas hasta el fin de sus días.