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Cuando el Chelsea quiso fichar a Juanfran
Juanfran Torres es actualmente uno de los emblemas del Atlético de Madrid. Sin embargo, no siempre fue así. De hecho, quizás esto último podría haber sido diferente de haberse fructificado un fichaje que sonó con mucha fuerza en su momento: la contratación del español por el Chelsea.
Para ello hay que trasladarse al año 2004. Por aquel entonces Juanfran jugaba en el Real Madrid B y estaba considerado como una de las joyas de la cantera blanca. De hecho, muchos en el equipo blanco le consideraban como el relevo natural de Luis Figo.
Otra prueba del potencial de Juanfran era que, junto a Andrés Iniesta, fue uno de los futbolistas más destacados del Mundial Sub-20 que se disputó a finales de 2003 y en el que España acabó como subcampeona tras caer en la final contra Brasil.
En esas apareció el Chelsea. El conjunto londinense acababa de ser comprado por el ruso Roman Abramovich y estaba ávido de firmar tanto a varios tracks contrastados como algunas de las mejores promesas del continente para hacer un proyecto que les llevara a meterse entre los mejores de Europa.
Desde Stamford Bridge tenían muy buenos informes del entonces joven extremo y, tras verle en el Mundial Sub-20, estaban dispuestos a hacer una importante oferta al Real Madrid. Según contó el Diario AS por aquel entonces, el Chelsea contactó con Paco de Gracia, uno de los hombres fuertes por aquel entonces en la cantera blanca, para hacerles llegar que estaban dispuestos a pagar 3 millones de euros por Juanfran.
Sin embargo, el Real Madrid siempre fue muy claro con los blues: la única opción para dejar salir al jugador era que pagaran su cláusula de rescisión, que por entonces estaba cifrada en 12 millones de euros. El Chelsea se negó a pagar tanto por el futbolista y ahí acabó la historia de los londinenses con Juanfran.
Como dato curioso, hay que reseñar que en el mencionado Mundial Sub-20 de 2003 fue la primera vez que Juanfran jugó en la posición que finalmente ha triunfado en su carrera: lateral derecho. Lo hizo por urgencia en la final del torneo contra Brasil.
Torres-Atlético, un amor de palabras pero no de hechos
La vuelta de Fernando Torres al Atlético de Madrid es, salvo sorpresa mayúscula, el gran movimiento del mercado de fichajes. El club rojiblanco vuelve a abrir las puertas del club de par en par al ariete, que con palabras siempre profesó amor por los colchoneros pero con hechos siempre renegó de ellos.
El vínculo entre el ‘Atleti’ y ‘El Niño’ siempre fue muy alto debido a que la aparición del delantero en la alta escena se produjo justo cuando los ‘colchoneros’ más huérfanos se sentían de un héroe. Torres, pese a su juventud, no dudó en echarse al equipo a las espaldas en el ‘infierno’ de la Segunda División.
Sin embargo, conforme iba creciendo el amor de la parroquia rojiblanca hacia Fernando también lo iban haciendo las ambiciones del delantero. Así fue hasta que el internacional español dijo basta y antepuso su carrera a su amor por el Atlético, ya que veía que en el Vicente Calderón le iba a ser imposible ganar títulos y jugar la Champions League.
El entorno de Torres señala que el delantero decidió abandonar el Atlético tras perder por 0-6 contra el Barcelona en el Vicente Calderón en una de las últimas jornadas de la temporada 2006/2007. De esa derrota extrajo la conclusión de que si quería ser alguien importante en el mundo del fútbol tenía que abandonar una ribera del Manzanares que, según sus sensaciones, lo más probable es que sólo le fuera a traer decepción tras decepción.
En esas apareció el Liverpool de Rafa Benítez, subcampeón de Europa por aquel entonces y un equipo acostumbrado a pelear por títulos, y Torres no se lo pensó dos veces: se iba de cabeza a Anfield Road. «Llega el momento en la vida de todo deportista que necesitas nuevos retos. La decisión ha sido mía. El Liverpool me planteó objetivos que aquí no podría conseguir. El club escuchó mi petición y de la mano hemos decido qué era lo mejor para mí», declaró el delantero en su despedida del Atlético.
Si bien es cierto que Fernando Torres ha crecido como jugador durante estos siete años fuera del Vicente Calderón y que en algunos momentos ha estado considerado como uno de los mejores delanteros del mundo, el Atlético del que renegó también lo hizo. De hecho, en estos siete años el ariete con sus clubes (Liverpool, Chelsea y Milan) ha ganado tres títulos, mientras que en el mismo periodo de tiempo el club rojiblanco levantó siete trofeos.
Es más, el Atlético ganó uno de ellos al Chelsea de Torres (la Supercopa de Europa) y El Niño en este tiempo también comprobó como los colchoneros lograban eliminar al Liverpool en las semifinales de la Europa League en 2010 y al propio Chelsea en la misma ronda pero de la Champions la pasada temporada.
Ahora con un Torres más discutido que nunca y que no ha sido capaz de triunfar en el Milan más pobre de los últimos años, el Atlético vuelve a abrirle los brazos. Quizás porque el club siempre tuvo en él la confianza y paciencia que no supo tener Fernando con los rojiblancos cuando hizo las maletas en 2007.
Mata y la maldición de los fichajes españoles caros
Este pasado fin de semana el Manchester United ha hecho oficial la contratación de Juan Mata a cambio de 45 millones de euros, lo que le convierte en la incorporación más importante de lo que se lleva de mercado de fichajes hasta el momento. Además, los 45 millones pagados por los Diablos Rojos al Chelsea convierten a Mata en el fichaje más caro del club inglés y en el tercer futbolista español por el que más se ha pagado.
Esta última circunstancia implica que el centrocampista asturiano deberá luchar en Old Trafford contra el gafe que persigue a los jugadores españoles cuando se ha pagado una cantidad astronómica por ellos. Un claro ejemplo de ello son Fernando Torres y Gaizka Mendieta. El delantero se convirtió en el fichaje español más caro en enero de 2011, cuando el Chelsea pagó al Liverpool 58 millones de euros para hacerse con los servicios del ariete.
Los blues pagaron esa cantidad debido al buen rendimiento que dio Torres en Anfield Road, donde se convirtió en uno de los mejores delanteros de la Premier League. Sin embargo, en Stamford Bridge pocas veces se ha visto al 9 que brilló como ‘red’. Es más, su primer gol como blue, el único que marcó en su primera campaña, no llegó hasta Semana Santa, cuando la temporada estaba agonizando.
Salvo en la Europa League que conquistó el Chelsea en 2013, pocas veces ha tenido el internacional español un papel protagonista en el juego con los londinenses. Los números son un fiel reflejo de que el rendimiento de Torres con los blues es bastante diferente que el que marcó con el Liverpool. Con los reds marcó 81 goles en 141 partidos, mientras que de blue ha hecho 42 en 153 encuentros. Es decir, que en doce partidos más con el Chelsea ha marcado 39 goles menos que los que hizo con el Liverpool.
El caso de Gaizka Mendieta es bastante parecido. La Lazio pagó en 2001 por Mendieta 48 millones de euros, convirtiéndole en uno de los fichajes más caros de aquel verano y convirtiéndole en aquel verano en el futbolista español por el que más se había pagado. El conjunto italiano desembolsó esa cantidad debido a que el centrocampista había liderado al Valencia más fuerte de siempre llevándole hasta dos finales de la Liga de Campeones.
Además, había mostrado una excepcional capacidad goleadora, ya que había sumado 33 goles en las dos últimas temporadas. La Lazio también fichó a Mendieta debido a que el conjunto romano esperaba que el vasco retomara la en Italia la buena sociedad que había formado anteriormente en Mestalla con el Piojo López. Sin embargo, aquel Mendieta que brilló con el Valencia nunca apareció por Roma. Aunque lo más triste para la trayectoria del vasco es que nunca más en su carrera volvió a jugar a un nivel similar.
LOS ESPAÑOLES DEL UNITED, OTRO GAFE
Juan Mata será el cuarto español que jugará con el Manchester United y otro de los gafes contra los que tendrá que luchar será con el que persigue a los futbolistas españoles que han estado en Old Trafford. Ricardo pasó prácticamente desapercibido por la portería del United, Piqué nunca se llegó a consolidar en la zaga de los Diablos Rojos y De Gea suma claros y oscuros casi por partes iguales defendiendo la meta inglesa.
Foulke, el ‘gordito’
A la hora de pensar en un futbolista, a todos se nos vienen a la cabeza personas de cuerpos atléticos que han pulido sus músculos para la más alta competición a base de entrenamientos y gimnasio. Pocos piensan que sin una gran forma física se pueda triunfar en el mundo del fútbol. William Henry Foulke, portero que en sus mejores tiempos llegó a pesar 168 kilos, rebatió esta teoría a finales del siglo XIX.
Foulke era un tipo bastante alto y, a pesar de su enorme corpulencia, disponía de gran agilidad, lo que le llevó a convertirse en portero profesional. No cabe duda de que Foulke, o ‘Fatty’ (gordito en inglés) como fue bautizado, no dejó indiferente a nadie a raíz de su sobrepeso. Además, se ganó una gran fama dentro del fútbol inglés por varias anécdotas que protagonizó y que aún se siguen recordando en las islas.
Foulke, tras varios años dudando entre dedicarse al cricket o al fútbol, finalmente se decantó por este último y comenzó a dar sus primeros pasos en el Blackwell, donde con sus paradas comenzó a forjar su leyenda. Tanto fue así que varios de los equipos más populares del país comenzaron a interesarse en su fichaje. Uno de ellos fue el Derby County, que quedó prendado de él tras jugar un amistoso contra el Blackwell.
Sin embargo, a John Goodall, el capitán del Derby, no le hizo mucha gracia esta contratación, ya que en ese duelo el guardameta le partió dos dientes tras un choque entre ambos, y fue finalmente el Sheffield United el que aprovechó las dudas generadas por Goodall para firmar al jugador. Cuenta la leyenda que jugando con los “blades” en 1897 Foulke obligó a la suspensión de un partido. La razón fue que el guardameta se aburría y decidió colgarse del larguero, que no soportó tanto peso y se vino abajo.
Además de por su peso, Foulke se hizo muy popular por su fuerte carácter. Tanto que le bautizaron como “Oso” por lo fuerte que golpeaba al balón y por el miedo que daba cuando se ponía a discutir. De hecho, en 1902, durante la final de la Copa inglesa, cuando encajó un gol que consideraba ilegal se puso tan furioso que salió de su portería como un loco en busca del árbitro. El colegiado al ver a una mole como Foulke dirigirse a él tan enfadado corrió como alma que lleva el diablo hacia los vestuarios para esconderse allí del miedo que tenía.
En 1905, jugando ya en el Chelsea, cuentan las crónicas que el portero se entretenía durante los partidos levantando con una sola mano a los recogepelotas, visto que lo de colgarse del larguero no era el mejor de los entretenimientos. Precisamente, con los “blues” fue protagonista de otra curiosa anécdota. Jugando contra el Burton, paró a un jugador dos penalties en un mismo partido, algo que enfadó mucho al entrenador del equipo encargado de tirar las penas máximas. Sin embargo, el delantero que falló en hasta dos ocasiones desde los once metros, ni corto ni perezoso, le soltó lo siguiente a su técnico: “¡Pero dónde quieres que tire, si este hombre ocupa toda la portería!”
Y es que Fatty Foulke estaba tan gordo que apenas dejaba huecos libres al ponerse delante de una portería. De hecho, jugando ya en el Bradford City, donde pasó sus últimos días como jugador, cuentan que un día se le olvidó la camiseta y como no encontraron en el club ninguna de su talla se tuvo que poner una sábana para que hiciera las funciones de la misma.
Sin embargo, sus problemas de peso acabaron pasándole factura y murió el uno de mayo de 1916, cuando apenas contaba con 42 años. En Inglaterra se contó que la causa de la muerte del portero fueron problemas cardiacos, aunque en su partida de defunción la razón que se señaló fue la cirrosis. Aún así, Inglaterra todavía se acuerda de un portero único, imposible de ver en nuestros días y que, además, llegó a ser internacional. Nunca un jugador tuvo tanto peso en un equipo como Foulke el ‘gordito’.
Peace and love
Los campos de fútbol siempre han sido, y serán, lugares que puedan ser calificados de todo menos de previsibles. Allí puede suceder cualquier cosa. Pasando por el mayor de los sueños hasta la peor de las pesadillas. Incluso que la afición visitante se pare a aplaudir a la local cuando éstos se dedican a alentar ala Policíapara que les castigue duramente. Todo por un error de entendimiento lingüístico. Sucedió en La Romareda, cuando los hinchas del Chelsea creyeron oír de los fans del Zaragoza “peace and love” cuando en realidad querían decir “písalo”.
El origen de esta historia, sin embargo, se encuentra muy lejos de la capital maña. Concretamente en La Coruña. El seis de febrero de 1993 se enfrentan Deportivo y Sevilla en Riazor. En un lance del partido, Diego Armando Maradona, jugador entonces de los hispalenses, golpeó accidentalmente al deportivista Alberto Albístegui rompiéndole la nariz y causándole una hemorragia. El partido se detuvo para que las asistencias médicas de ambos equipos pudieran atender a sus respectivos jugadores. Sin embargo, el único que requiere la misma es Albístegui. Por ello, el médico del Sevilla, que llegó a la zona de los hechos antes que su homólogo del Depor, asistió al futbolista blanquiazul en un noble gesto.
Hasta aquí todo más o menos normal. Sin embargo, las cámaras del programa “El Día Después” de Canal + captaron que, mientras todo esto sucedía, Carlos Bilardo, técnico del Sevilla, se exaltaba al ver como su médico se dedicaba a ayudar al rival, a Albístegui. No daba crédito. “¡Ah, en vez de agarrar a Diego agarra al otro!”, “¡Domingo, los de colorado son nuestros!” –en referencia a la equipación roja que lucía aquel día el Sevilla-, “¡Me quiero morir, al enemigo ni agua!”, “¡Cómo vas a atender al otro, qué carajo me importa el otro, pisalo, pisalo!”. Bilardo hizo un hincapié especial en esto último y volvió a gritar delante de la cámara: “¡Pisalo, pisalo, pisalo!”.
Las imágenes tuvieron una gran repercusión, tanto que la hinchada del Sevilla adoptó el “¡Pisalo, pisalo, pisalo!” como uno más de sus gritos de guerra. El cántico se hizo tan popular que se extendió al resto de campos de España. Así hoy aún se puede escuchar a más de una afición cantando “¡Pisalo, pisalo, pisalo!” cuando hay un jugador rival tendido sobre el terreno de juego retorcido por el dolor.
Una vez sabido esto, volvemos al punto de partida de este relato: La Romareda. Allí el seis de abril de 1995 el Real Zaragoza y el Chelsea disputaban la ida de las semifinales dela Recopa. Con un claro 3-0 en el marcador para los locales, los hinchas del conjunto inglés comenzaron a mostrar su desencanto con el resultado provocando disturbios en la tribuna. La Policía no se andó con miramientos y comenzó a reprimir esos actos con dureza.
Entonces los hinchas del Zaragoza comenzaron a cantar el famoso “¡Pisalo, pisalo, pisalo!” como forma de alentar a los policías para que ejecutaran el mayor de los castigos contra los aficionados del Chelsea. Sin embargo, esto no enfadó a los londinenses. Todo lo contrario, comenzaron a aplaudir a la hinchada del Zaragoza. Pensaron que estaban cantando “peace and love” (“paz y amor”) y lo consideraron como un gesto muy deportivo.
No fueron los únicos que pensaron así. De hecho, varios periodistas ingleses desplazas aLa Romaredatambién entendieron así los hechos y al día siguiente alabaron en sus crónicas a la afición del Zaragoza: “Ayer en el estadio español dela Romareda, ocurrió una de las historias más bellas jamás vistas en el mundo del fútbol. Cuando los hooligans del Chelsea se estaban enfrentando con la policía española, los hinchas zaragocistas frenaron la pelea al grito de paz y amor (…)”. Nada más lejos de la realidad…
The Special Two
José Mourinho es uno de los técnicos más aclamados de la actualidad. Sus métodos le han llevado a la cima tras partir desde cero. Por ello, no son pocos los que intentan imitar al portugués. Por esta razón, resulta llamativo que el único que haya recibido el calificativo de “El nuevo Mou” quiera quitarse esta etiqueta. Se trata de Andre Villas-Boas, el actual entrenador del Oporto.
La verdad es que las comparaciones entre “The Special One” y Villas-Boas es imposible que no se hagan. Sobre todo teniendo en cuenta sus inicios, ya que ambos dieron sus primeros pasos en el fútbol de la mano de Sir Bobby Robson. La manera en la que Andre conoció al legendario técnico británico es, cuando menos, curiosa. El luso era nieto de Margaret Neville Kendall, una noble británica que le enseñó a hablar inglés y que vivía en el mismo edificio que Robson. Un día, Villas-Boas, ni cortó ni perezoso, le dejó a Bobby una nota en el correo en la que le explicaba como utilizar mejor a Domingos, actual técnico del Braga que entonces jugaba en el Oporto. El británico quedó impresionado y se citó en un café con André para conocerle en persona. A la cita el portugués llegó con una gran pila de hojas en la que tenía informes detallados de jugadores y equipos. Robson al verlo no se lo pensó, tenía que hacerle un contrato. De esta manera le contrató como ojeador, pese a que era menor de edad.
Allí fue donde Villas-Boas conoció a Mourinho. Sin embargo, no estuvieron mucho tiempo juntos, ya que, poco después de incorporarse al organigrama técnico, Mou hizo las maletas rumbo a Barcelona junto con Robson. Pese a ello, André tenía claro que quería seguir ligado al mundo del fútbol, se sacó el título de entrenador y prosiguió con sus estudios en Escocia, tal y como había hecho Mourinho anteriormente.
A los 22 años fue designado seleccionador de las Islas Vírgenes, con quien disputó varios partidos clasificatorios para el Mundial de 2002. Sin embargo, su aventura acabó tras perder por 0-9 contra las Islas Bermudas, tras lo que fue cesado. En más de una ocasión, André ha comentado que en las Islas Vírgenes sólo supieron su edad cuando se marchó. De vuelta a Portugal, el destino del joven se cruzó de nuevo con el de Mourinho, quien se acordó de él cuando se hizo con las riendas del Oporto. A partir de entonces, Villas-Boas siguió, como miembro de su cuerpo técnico, a Mou allá por donde fue éste: en Portugal con el Oporto, en Inglaterra con el Chelsea y en Italia con el Inter.
Así fue hasta que André decidió volar solo y aceptó en otoño de 2009 una oferta de la Académica de Coimbra. Cogió a un equipo hundido y logró salvarlo de manera cómoda. Tanto que la Académica acabó el curso en la zona templada de la tabla, en la 11ª posición. Su trabajo no pasó desapercibido. Por ello, el Sporting de Lisboa se interesó en él. Aunque fue el Oporto quien finalmente le encargó liderar su proyecto 2010-2011. Pese a que al principio había un poco de escepticismo, Villas-Boas logró disipar dudas en pocas semanas.
Villas-Boas se ha convertido en el técnico que más partidos ha logrado acabar invicto en su país. El Oporto destaca por su buen trato del balón. De hecho, hay quien opina que son un sucedáneo del Barça. Sin embargo, a André no le gustan las comparaciones: “El Barcelona tiene su estilo y nosotros el nuestro. No queremos imitar a ninguno. El Barça ha rayado la perfección. El fútbol portugués tiene una cultura de excelencia técnica. Nos basamos en la defensa o el contacto físico. Nuestro principio es la libertad para crear”.
Villas-Boas suele emplear un 4-3-3, aunque su sistema nos es para nada rígido, ya que puede variar a un 4-5-1, 4-3-1-2, 4-4-2 o 4-1-4-1. Le gusta jugar con un hombre delante de la defensa y que los futbolistas de ataque se intercambien de posición. Por ello, su juego es más dinámico que el de los equipos de Mourinho. Jorge Jesús, técnico del Benfica ha dicho que si no fuera por los penalties que le pitan a favor al Oporto estos últimos no les sacarían a los encarnados. “A ellos les divierte hablar de nuestros penaltís, por eso nosotros nos dejamos hacer alguno, para que se entretegan”, ha contestado André al más puro estilo Mou. Tiene su propio libro de estilo, pero no cabe duda que el entrenador del Real Madrid ha sido su referente. Por algo le han llamado The Special Two.
El sueño del Pompey se llama Sunderland
Tras una aciaga temporada, múltiples problemas económicos y con el descenso a la Coca-Cola League (Segunda División inglesa) confirmado, el Porstmouth realizó el canto del cisne en la FA Cup y se clasificó para la finalísima del torneo más antiguo del mundo tras derrotar al Tottenham en la semifinal. Ahora le espera el todopoderoso Chelsea, pero el Sunderland ya demostró en 1973 que en la FA CUP nada es imposible.
En aquel año, los Black cats jugaban en la división de plata, a la que habían caído relegados después de haber sido el equipo que más temporadas consecutivas había jugado en la máxima categoría. Un récord que actualmente le ha robado el Arsenal. Sin embargo, cuando rodaba el balón en la FA CUP, lo rojiblancos se sacudían todos sus complejos y eran capaces de ganar a cualquiera.
Ello provocó que alcanzaran, contra todo pronóstico, la final del torneo más antiguo del mundo. Sin embargo, para levantar el trofeo en el último partido debían de derrotar al Leeds United, que en aquellos momentos era uno de los equipos más potentes de Inglaterra. Así pues todos opinaban que a la Cenicienta le habían dado las doce y que su bonito cuento de hadas tocaba a su fin. Nunca un equipo de segunda había ganado la FA CUP en las apuestas se pagaba con un contundente 250 a 1 el triunfo del Sunderland en la final.
Llegó el gran día y en un Wembley a rebosar todos esperaban una victoria del Leeds de Don Revie, que defendía su corona. Sin embargo, Ian Porterfield comenzó a alimentar el sueño del Sunderland abriendo el marcador en el minuto 31. Ello provocó que el Leeds se lanzara al ataque y que, con él, llegara uno de los momentos más recordados en la historia del fútbol. Con la segunda mitad ya avanzada, Jimmy Montgomery, portero de los Black Cats, realizó una soberbia doble parada que está considerada como una de las mejores de todos los tiempos.
Aquella estirada permitió que el Sunderland alzara el título ante la perplejidad de todos. Por ello, el técnico del equipo, Bob Stokoe, cuando el árbitro decretó el final del encuentro se quitó el peculiar sombrero que lucía siempre para fundirse en un abrazo con el héroe Montgomery. El técnico le dio las gracias por haberle demostrado con sus actuación que, a veces, los sueños se convierten en realidad. Algo de lo que el Porstmouth debería tomar buena nota.