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Cuando Cristiano Ronaldo perdió una final europea en Da Luz
El nuevo estadio de Da Luz es la tierra prometida. El lugar en el que tanto Real Madrid como Atlético de Madrid desean acabar la temporada levantando la Liga de Campeones. Sin embargo, es un campo que no trae muy buenos recuerdos a Cristiano Ronaldo.
Y es que el crack portugués tiene grabado a fuego el cuatro de julio de 2004, fecha en la que perdió con Portugal la final de la Eurocopa contra Grecia, precisamente en el estadio de Da Luz.
La selección lusa llegó al partido como la gran favorita para ganar la final. El equipo de Cristiano Ronaldo había ido de menos a más en todo el torneo y fue capaz dejar en la cuneta en su camino a la final a equipos como España, Inglaterra o Francia.
A todo eso se sumaba que iba a jugar ante el calor de su público y que su rival en la final era Grecia, un equipo que estaba muy lejos de ser considerado como una superpotencia. Pese a ello, los helenos ya habían demostrado su potencial ganando a Portugal en la primera fase del torneo por 1-2.
Los lusos, con Cristiano Ronaldo a la cabeza, se dejaron llevar por la euforia que había en el país y dieron el partido por ganado antes de jugarlo. Craso error, ya que un testarazo de Angelos Charisteas en el minuto 57 colocó el 0-1 en el marcador y heló el corazón de todos los portugueses, que veían como su sueño de ganar la Eurocopa se hacía trizas.
El marcador ya no se volvió a mover en todo el partido y Grecia dio la gran sorpresa de ganar la Eurocopa a Portugal ante su público. Una de las imágenes del post partido fueron las lágrimas de Cristiano Ronaldo. El crack del Real Madrid rompió a llorar una vez que acabó el encuentro y los intentos por consolarle fueron en vano.
«Cristiano Ronaldo es un ganador, nunca me voy a olvidar de sus lágrimas al término del partido. Fui el primero en consolarlo”, declaró Luiz Felipe Scolari, por aquel entonces seleccionador de Portugal.
Bien es cierto que posteriormente Ronaldo ha disputado muchos partidos en Da Luz en los que ha conseguido grandes triunfos y goles. Sin embargo, Cristiano no olvida que Da Luz se le atragantó en su día más importante. ¿Se repetirá la pesadilla de Lisboa este sábado en la final de la Champions?
Varallo y el adiós a la esencia del fútbol
Al fin ya dieron comienzo todas las grandes ligas del mundo. Sin embargo, esta temporada el balón no va a rodar como antes. Falleció Francisco Varallo, el último superviviente de la final del Mundial de 1930, y con él se fue un pedazo de la historia del fútbol. Un trozo de una época que hoy añoran los más románticos: no había en juego ni dinero ni medallas, sólo hambre de gloria.
Varallo nació el cinco de enero de 1910, aunque su primera reacción con el balón, aquel que tanto le quiso durante su carrera, fue de desamor. Sus padres le regalaron uno cuando era muy pequeñito y éste se le acomodó a su pierna buena y disparó contra la pared. Lo hizo tan fuerte que reventó aquella pelota. Este hecho hizo que llorara desconsolado sin saber, inocencias de la niñez, que aquel día había comenzado a forjar una leyenda.
Y es que si algo caracterizó a Varallo fue la potencia con la que disparaba. Por esto recibió el apodo de cañoncito. Francisco dio sus primeros pasos en el club 12 de octubre, de su querido barrio de Los Hornos. Sin embargo, éste pronto se le quedó pequeño y de ahí pasó a Gimnasia, donde ayudó a que los lobos lograran el primer y único título que tienen hasta la fecha. En 1930, Mario Sureda, delegado de Gimnasia, confió en él y lo propuso ante los miembros de la Federación, que eran quienes por entonces elegían a los jugadores, para que disputara el Mundial del mismo año. Así finalmente fue incluido en el equipo que viajó a la otra orilla del Río de la Plata.
Un golpe del chileno Subiabre provocó que llegara entre algodones a la final del Mundial. La albiceleste le forzó a jugar, desaconsejando los consejos de los médicos, y el resultado fue que Varallo, que apenas podía andar, se tuvo que retirar casi de inmediato. Sin embargo, con apenas 20 años que tenía entonces su estrella comenzó a emerger.
Tras el Mundial jugó en Velez y Boca Juniors. En ambos tuvo un papel destacado. Sobre todo con los Xeneices, con los que consiguió realizar 181 goles. Una cifra récord que hace poco fue superada por Martín Palermo. Aun así, el mundo del fútbol le está agradecido. Cuentan que hoy la pelota se ha declarado en huelga. Con la muerte de Varallo éste se ha llevado un pedazo de historia al cielo, la última que quedaba del fútbol más romántico. Aquel en el que la pelota era la única protagonista y en la que jugadores como Varalla pueden permitirse el lujo de despedirse como cantan Los tangos de Carlos Gardel:
Dos lágrimas sinceras derramo en mi partida
por la barra querida que nunca me olvidó,
y al dar a mis amigos mi adiós postrero
les doy con toda mi alma, mi bendición.
100 años de sueños
El pasado 6 de febrero se cumplieron 52 años de una de las mayores catástrofes en la historia del fútbol: la tragedia de Munich. En ella perdieron la vida varios jugadores del Manchester United, que conformaban en aquellas fechas una plantilla que parecía predestinada a acabar con la tiranía del Real Madrid en Europa: Colman, Jones, Taylor, Byrne, Whelan, Bent, Pegg, y Duncan Edwards. Tras este accidente, Bobby Charlton, uno de los Diablos Rojos que salvaron la vida en aquel accidente, bautizó al estadio de Old Trafford con el nombre de: El Teatro de los sueños. El Divino calvo lo hizo porque consideraba que el campo del Unted iba a guardar para siempre la magia de aquel magnífico equipo que perdió la vida. El próximo día 19 se cumplen 100 años desde la inauguración del estadio. Por ello, este post va dedicado a recordar varios de los momentos más importantes de su historia.
El estadio fue diseñado por el escocés Archibald Leith y levantado por la constructora Messrs Brameld y Smith. El coste del mismo fue de 60000 libras, que se encargó de financiar el presidente del club: John Henry. El primer partido que se disputó en él fue un Manchester United-Liverpool que acabó con victoria visitante por 3-4. Su ubicación fue alabada por el The Sporting Chronicle: “Un honor para Manchester y para la casa del equipo que puede maravillar cuando sean eliminados”.
Debido a que Wembley no se construyó hasta el año 1923, Old Trafford acogió varios partidos importantes de la FA CUP en los que no jugara el Manchester. El primero de ellos fue el replay que disputaron en 1911 el Bradford City contra el Newcastle. En 1915 acogió la final entre el Sheffield United y el Chelsea que acabó con la victoria de los primeros por 3-0. El campo, además, tiene el récord de asistencia a un partido en el periodo previo a la segunda Guerra Mundial, pues en diciembre de 1920 70504 espectadores vieron en directo el triunfo del Aston Villa sobre el United por 1-3. Aunque el record del estadio data de 1939, cuando 76.962 aficionados se dieron cita para ver las semifinales entre el Wolverhampton y el Grimsby Town.
Las bombas lanzadas por el ejército alemán durante la segunda Guerra Mundial provocaron grandes destrozos y Old Trafford no se pudo salvar de ellos. Por ello, el United se tuvo que gastar cerca de 22.000 libras en reconstruir el campo. Durante las obras, el Manchester jugó sus partidos en Maine Road, campo del Manchester City, a cambio de 5.000 libras por temporada y un porcentaje de la taquilla recaudada en sus partidos. Finalmente, después de una década, el United regresó a casa en 1949 y lo celebró a lo grande: ganando al Bolton por 3-0.
Ante este equipo, precisamente, también se disputó en 1957 el primer partido con focos en la historia de Old Trafford. Debido a la celebración del Mundial de 1966 en Inglaterra, el Teatro de los Sueños sufrió un nuevo lavado de cara en 1965 y su capacidad aumentó en 20.000 espectadores más. El campo volvió a ser nuevamente pasto de las obras en 1990, cuando, tras la catástrofe de Hillsborugh, el Gobierno decretó que en todos los campos ingleses todas las plazas debían de ser de asiento y no de pie. Por ello, su capacidad se redujo hasta los 44.000.
Cifra que aumentó en 24.000 plazas a finales de la década de los 90. Hecho que produjo que Old Trafford recibiera por parte de la UEFA la distinción de “Estadio cinco estrellas”. Ello provocó que en 2003 pudiera albergar la final de la Liga de Campeones, aunque, lamentablemente, Milan y Juventus disputaron una de las finales más soporíferas de todos los tiempos. En 2005 sufrió su última ampliación y tras ésta Old Trafford registró la mejor entrada de su historia en un partido del United cuando los Diablos Rojos jugaron contra el Blackburn Rovers.
El próximo día 19 el campo cumplirá 100 años, pero el Manchester lleva celebrando esta fecha desde principio de temporada, pues en esta campaña viste una camiseta muy similar a la que lucía en 1909.
Luis Monti, el superviviente de Mussolini
La vida dicen que es una carrera en la que normalmente suele ganar el más fuerte. Aquel que pese a recibir muchos palos, sabe levantarse y seguir adelante. Un ejemplo de ello es Luis Monti, posiblemente el único jugador de la historia que nunca hubiera querido disputar dos finales de un Mundial.
Monti nació en Argentina en 1901, una época en la que el fútbol, tal y como lo conocemos hoy en día, comenzaba a dar sus primeros pasos. En la década de los años 20, donde todavía reinaba el amateurismo, Monti comenzó a destacar en el San Lorenzo de Almagro, pese a su juego duro. Por ello, fue llamado a la selección argentina y tiene el honor de haber marcado el primer gol del conjunto albiceleste en un Mundial: contra Francia en 1930.
Sin embargo, pocos días más felices tendría nuestro protagonista en los Mundiales. En aquella Copa del Mundo de 1930, la argentina de Monti llegó a la final contra Uruguay. Sin embargo, el día del partido decisivo Monti no era el mismo de siempre. Se le veía muy nervioso y retraído. Además, se le había visto llorar en el vestuario y no era de emoción precisamente. La razón de ello era que los días previos a la final el jugador había sido amenazado con que si ganaba Argentina la familia de Monti y el propio Monti lo sufriría.
Por ello, el siempre bravo y duro Monti se mostró durante el encuentro muy manso y blandó. Su compañero Pancho Varallo lo tenía claro: “Si un uruguayo se caía, él lo levantaba. Monti no debió jugar aquella final, estaba muerto de miedo”. Finalmente, Uruguay ganó 4-2 y Monti salvó la vida pero los argentinos lo odiaron para siempre. Los aficionados comenzaron a llamarle maricón, cobarde y demás improperios cada vez que se lo cruzaban.
Por ello, cuando meses después recibió una proposición para que se nacionalizara italiano, y así jugar con la selección trasalpina, no se lo pensó dos veces: aceptó. Sin embargo, el tiempo demostró que no era una casualidad que jugara con los ‘azzurri’. Mussolini estaba obsesionado con que su país ganara el Mundial de 1934 y estaba convencido de que con Monti en su equipo aquello sería más posible.
De hecho, las amenazas que recibió Luis antes de jugar la final del Mundial de 1930 procedían de italianos que querían crear un ambiente de tensión en torno al futbolista para que éste así, con la opinión pública en su contra, aceptara la proposición de jugar para Italia. Los espías Marco Scaglia y Luciano Benti fueron los que llevaron a cabo todo el proceso de intimidación. Incluso, se rumorea que uno de ellos dos dijo las siguientes palabras sobre Monti antes de comenzar la final de 1930: “Dentro de 90 minutos sabremos si tendremos que matarlo a él, a su madre u ofrecerle dinero para que defienda a Italia en el próximo Mundial”.
Ya en el Mundial de 1934, Il Ducce se encargó de amenazar de muerte a todo aquel que pudo, incluidos sus propios jugadores, con tal de que Italia ganara. Así no extrañó que el campeonato fuera bochornoso en cuanto a lo que el arbitraje se refiere. Especialmente en los cuartos de final, donde Italia se medía a España. En dicho encuentro los transalpinos se emplearon con una gran dureza que no fue sancionada por el árbitro. Tal fue el caso que el encuentro acabó en empate (1-1) y España tenía para el replay, que perdió a siete jugadores lesionados.
Incluso los propios italianos reconocieron que no habían jugado limpio. “Menos mal que ganamos. Mejor dicho, ganó Monti. Les pegó a todos, creo que hasta al seleccionador español. El árbitro no vio nada en el gol de Meazza y los españoles le querían matar. Pero eligió: si lo anulaba le mataban los italianos”, indicó Orsi, otro de los argentinos nacionalizado italiano.
En las semifinales, otro bochornante arbitraje propició que los anfitriones derrotaran a Austria y así se plantaran en la gran final contra Checoslovaquia. El día antes de jugar el decisivo encuentro, Mussolini bajó a la zona de vestuarios y les espetó lo siguiente a los jugadores: “Señores, si lo checos son correctos, seremos correctos. Eso ante todo. Pero si nos quieren ganar a prepotentes, el italiano debe de dar el golpe y el adversario caer. Buena suerte para mañana y no se olviden de mi promesa”. Al finalizar su discurso, se llevó las manos al cuello simulado el gesto de un corte.
Ya durante el encuentro, a los italianos se les notaba muy nerviosos. Sabían que en cada balón su vida podía estar en juego y les podía la presión. Al descanso se llegó con 0-0 y Mussolini, fue a hablar directamente con el seleccionador, Vittorio Pozzo: “Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar».
Tras esto, Pozzo, preso de la desesperación, advirtió a sus jugadores de lo que supondría perder aquella final: «No me importa cómo, pero hoy deben ganar o destruir al adversario. Si perdemos, todos lo pasaremos muy mal». Durante la segunda mitad, se mascó la tragedia: Pue adelantó a los checoslovacos en el minuto 70, con apenas 20 para reaccionar.
Sin embargo, finalmente Orsi empató el choque y los italianos explotaron de júbilo. En la celebración del tanto, Orsi notó que Monti le estaba dando patadas como un loco y le dijo: “Quieto, Luis, no me pegues más, que no soy un rival. ¡Deja de darme patadas!”. A lo que Monti le respondió: “Es que nos salvaste la vida”. Ya en la prórroga Schiavio marcó el gol definitivo que estableció el 2-1 para Italia. Entonces Monti resopló y supo que podía estar tranquilo. En cuatro años había jugado dos finales amenazado de muerte y había logrado salir vivo de la experiencia.