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El gol de Zarra
La historia es algo en la que todos participamos pero en la que muy pocos privilegiados son capaces de grabar su nombre. Algunos lo han hecho a base de tachones, pues en una breve espacio de tiempo han pasado de héroes a villanos, y viceversa. Sin embargo, hay otros que podido hacerlo con letras mayúsculas, pese a que luego su nombre haya vagado perdido en el laberinto de la memoria. Uno de ellos es Telmo Zarra, autor más importante, hasta ahora, del gol más importante de la selección española.
Pese a que actualmente los éxitos de “La Roja” no hacen más que sucederse, hubo un tiempo en el que no fue así. Los cuartos de final siempre supusieron el término de un sueñosiempre que España se ilusionaba con hacerse grande y conquistar el Mundial. De hecho, durante varias generaciones los cuartos, a veces incluso antes, infligían a los jugadores un miedo psicológico que les impedía llamar a las puertas de la historia.
Sin embargo, hubo una generación de jugadores que no les pasó eso y no me refiero a la actual. Fue la que participó en el Mundial de Brasil de 1950. Basora y Zarra se encargaron de liquidar a los rivales en la primera fase (Estados Unidos, Chile e Inglaterra). Hecho que le permitió jugar una liguilla final con otros tres equipos (Uruguay, Brasil y Suecia) y disputarse el Mundial. Sin embargo, a esta fase España llegó con la gasolina justa, puesto que se había desplazado hasta Sudamérica en unas condiciones muy precarias y acabó última, pese a empatar (2-2) con Uruguay, la postre autora del maracanazo.
Sin embargo, ese farolillo rojo supuso la cuarta posición en el Mundial, algo, hasta este Mundial, que nunca se había igualado. La gesta española llegó en la primera fase, e un partido crucial contra Inglaterra. Los británicos disponían de un gran equipo y eran uno de los favoritos al título, aunque las malas lenguas señalan que Sir Stanley Matthews se enfrentó a su seleccionador, Walter Winterbottom, porque pensaba que un internacional inglés con su pedigrí debía tener libertad para jugar donde quisiera.
Ya se sabe que en río revuelto ganancia de pescadores, por lo que España no desaprovechó la oportunidad para ganar a los británicos gracias a un gol de Zarra, que les clasificó para la segunda fase. La victoria se celebró con locura en España y el franquismo la utilizó de ejemplo difundiéndola en multitud de ocasiones en el NO-DO. De hecho, la narración original del gol se perdió y Matías Prats padre fue obligado a grabar otra vez la narración de la jugada, que es la que disponemos en la actualidad.
Al acabar el partido, Armando Muñoz Calero, que ya había servido en la División Azul que Franco mandó como apoyo al régimen de Hitler y era el jefe de la Federación, envió un telegrama al Jefe de Estado español: “excelencia: hemos vencido a la Pérfida Albión“. En tanto, en Mugia, el pueblo de Zarra, su padre desconocía todavía el milagro obrado por su hijo. Varias personas se acercaron a la estación de tren en la que trabajaba y le comentaron la gesta de Zarra. “Con que Telmo, ¡eh!”, contestó y siguió trabajando. Esperemos que la escena se vuelva a repetir este domingo, pongamos que en la localidad asturiana de Tuilla, de donde es un tal David Villa.
El sueño del Pompey se llama Sunderland
Tras una aciaga temporada, múltiples problemas económicos y con el descenso a la Coca-Cola League (Segunda División inglesa) confirmado, el Porstmouth realizó el canto del cisne en la FA Cup y se clasificó para la finalísima del torneo más antiguo del mundo tras derrotar al Tottenham en la semifinal. Ahora le espera el todopoderoso Chelsea, pero el Sunderland ya demostró en 1973 que en la FA CUP nada es imposible.
En aquel año, los Black cats jugaban en la división de plata, a la que habían caído relegados después de haber sido el equipo que más temporadas consecutivas había jugado en la máxima categoría. Un récord que actualmente le ha robado el Arsenal. Sin embargo, cuando rodaba el balón en la FA CUP, lo rojiblancos se sacudían todos sus complejos y eran capaces de ganar a cualquiera.
Ello provocó que alcanzaran, contra todo pronóstico, la final del torneo más antiguo del mundo. Sin embargo, para levantar el trofeo en el último partido debían de derrotar al Leeds United, que en aquellos momentos era uno de los equipos más potentes de Inglaterra. Así pues todos opinaban que a la Cenicienta le habían dado las doce y que su bonito cuento de hadas tocaba a su fin. Nunca un equipo de segunda había ganado la FA CUP en las apuestas se pagaba con un contundente 250 a 1 el triunfo del Sunderland en la final.
Llegó el gran día y en un Wembley a rebosar todos esperaban una victoria del Leeds de Don Revie, que defendía su corona. Sin embargo, Ian Porterfield comenzó a alimentar el sueño del Sunderland abriendo el marcador en el minuto 31. Ello provocó que el Leeds se lanzara al ataque y que, con él, llegara uno de los momentos más recordados en la historia del fútbol. Con la segunda mitad ya avanzada, Jimmy Montgomery, portero de los Black Cats, realizó una soberbia doble parada que está considerada como una de las mejores de todos los tiempos.
Aquella estirada permitió que el Sunderland alzara el título ante la perplejidad de todos. Por ello, el técnico del equipo, Bob Stokoe, cuando el árbitro decretó el final del encuentro se quitó el peculiar sombrero que lucía siempre para fundirse en un abrazo con el héroe Montgomery. El técnico le dio las gracias por haberle demostrado con sus actuación que, a veces, los sueños se convierten en realidad. Algo de lo que el Porstmouth debería tomar buena nota.
Brian Clough, el genio inglés
Si hay un técnico que ha sentado cátedra en el Reino Unido no cabe duda de que ése es Brian Clough. Genio y figura dentro y fuera del terreno de juego, su estilo ha sido imitado por muchos grandes como José Mourinho. Sin embargo, Brian Clough sólo hubo uno.
El 26 de diciembre de 1962 una lesión en el ligamento cruzado puso fin a la prolífica carrera de Clough como delantero centro, en la que logró 197 goles en 213 partidos con el Middlesbrough y 54 tantos en 61 encuentros en el Sunderland. Sin embargo, donde muchos no hubieran visto más que una oportunidad para lamentarse de su mala suerte él vio una oportunidad: convertirse en entrenador.
Tras foguearse como técnico en las categorías inferiores del Sunderland, Brian tuvo su primera oportunidad como entrenador de un equipo profesional en el Hartlepools United. Más allá de los resultados cosechados en este equipo, comenzó a formar junto a Peter Taylor uno de los tándems más importantes de la historia del fútbol británico.
Tras esta aventura, ambos se marcharon al Derby County, donde permanecieron del 67 al 73. Cogieron a los Rams en Segunda y los convirtieron en campeones de Inglaterra en el 72. Sin embargo, a Clough le gustaba mover todo a su antojo y el presidente del Derby decidió despedirle en 1973, tras realizar la contratación más cara en la historia del club sin haber consultado al máximo mandatario de la entidad.
Junto con Peter Taylor se marchó al Brighton & Hove Albion, de la Tercera División, por donde pasó sin pena ni gloria durante una temporada, antes de aterrizar en el Leeds. En aquellos momentos, el conjunto de Elland Road era el mejor de Inglaterra tras haber ganado el título en el 74 y la F.A. Cup en el 72. Nada más entrar en el vestuario del Leeds fue muy claro con sus jugadores: “Hasta donde yo sé, podéis tirar todas esas medallas que habéis ganado estos años a la basura, ya que las ganasteis todas robando”.
Con la mayoría de la plantilla en su contra, el Leeds obtuvo unos resultados pésimos en el inicio del campeonato. Ello, y que su inseparable Peter Taylor no le acompañó en esta aventura, propició que 44 días después de su llegada el club le despidiera. “Hoy es un día espantoso… para el Leeds United”, señaló el técnico al conocer la noticia.
En el 75, ya con Peter Taylor a su lado, aceptó una propuesta del Nottingham Forest y logró que el equipo pasara de vagar por la Segunda División con muchos problemas a convertirlo en hasta dos ocasiones en campeón de Europa. De hecho, el Forest es el único equipo del Viejo Continente que tiene más copas de Europa que títulos de Liga en sus vitrinas. Antes de jugar la segunda final de la Copa de Europa, Peter Shilton, portero de aquel mítico equipo, recriminó a Clough las condiciones en las que se encontraban los campos de entrenamiento en los que preparaban el decisivo encuentro. Brian, ni corto ni perezoso, le dijo que le llevaría a un sitio perfecto y Shilton acabó en una glorieta con césped en el centro en medio de la carretera y con los coches pasando alrededor.
Y es que Cloguh tenía muy claro que el único que mandaba en el vestuario era él:»Si me discutiera un jugador nos sentaríamos juntos unos veinte minutos, hablaríamos del asunto y al final decidiríamos que yo tengo razón». Por este tipo de cosas Clough recibió el apodo de Old Big ‘Ead («viejo creído»), aunque él justificaba su mote: En ocasiones he sido un poco creído. “Creo que la mayoría de la gente lo es cuando pasan al primer plano. Me llamo a mi mismo Old Big ‘Ead sólo para recordarme no volver a serlo”.
Y es que si había una cosa clara es que su figura no dejaba indiferente a nadie. A ello, además de su excepcional trabajo como técnico, ayudaron ciertas frases célebres como: “Ya sé que Roma no se construyó en un día, pero es que yo no me encargué de ese trabajo” o “¿Qué si me considero el hijo de Dios en la tierra? No, ése es mi hijo”. A muchos, también, no les gustaba Clough porque continuamente criticó el juego directo a base de pelotazos que se desarrollaba en Inglaterra: “Si Dios hubiera querido que el fútbol se jugara en las nubes, no habría puesto hierba en el suelo”.
Brian dejó el Forest en el 93, después de que éste descendiera a Segunda y de que comenzaran a ser muy graves los problemas que tenía con el alcohol. Unas dolencias que provocaron su muerte en 2004 tras haberle realizado un transplante de hígado. Su funeral se celebró en el Pride Park Stadium, estadio del Derby County, debido a que la catedral de la ciudad se quedó pequeña para despedirle. Sin embargo, antes de morir dejó otras de sus múltiples perlas al referirse a Sir Alex Ferguson, uno de sus máximos detractores: «Por muchos caballos, títulos de caballero y campeonatos que tenga, el no tiene dos que yo sí que tengo. Y no me refiero a pelotas”. Se refería a que él había ganado dos copas de Europa y Ferguson entonces únicamente tenía una en su palmarés. Genio y Figura.
*Para todo aquel que esté interesado en Brian Clough recomendamos que vean el film “The damned united”, en el que se refleja su paso por el Derby y el Leeds.
Duncan Edwards, la primera gran estrella de Old Trafford
Hoy en día, el Manchester United es uno de los clubes con más aficionados en el mundo. En Inglaterra son muchos, pero en Asia éstos son una legión. Sin embargo, si a muchos de estos últimos le preguntamos por un crack del United, a buen seguro, dirán un montón de nombres pero ninguno será el de Duncan Edwards. No sucede lo mismo si vamos por Old Trafford, donde nombrar al inglés es sinónimo de admiración y leyenda. De hecho, el escocés Tommy Docherty fue uno de los que alabó con más contundencia al extremo: “Muchos hablan de Pelé. Esos no vieron jugar a Duncan Edwards”.
Nacido en Dudley –Inglaterra- en 1936, la vida de Duncan Edwards desde sus inicios destiló un aroma a drama. Con apenas 10 años vio como su hermana, Carole Anne, murió. Pese al golpe, Edwards supo levantarse y se concentró al máximo en su gran pasión: el fútbol. Mientras jugaba en el equipo de su ciudad, el Dudley, el Manchester United realizó en el verano del 51 un fichaje que cambiaría su vida para siempre: Johnny Berry.
Los ‘Diablos Rojos’, años más tarde, se hicieron con los servicios de Edwards gracias a la buena gestión y el olfato de Bert Whalley. Así el 4 de abril de 1953, con sólo 16 años, debutó con el Manchester contra el Cardiff y se convirtió en el futbolista más joven en debutar en la máxima competición inglesa. En pocos partidos, gracias a su innegable calidad, se convirtió en el referente de los Busby Babes -los bebés de Matt Busby (técnico del United)-, un equipo predeterminado a hacer historia tanto en las islas como fueras de ellas.
Sus grandes actuaciones tampoco pasaron desapercibidas para la selección, de la que fue el debutante más joven hasta la irrupción reciente de Wayne Rooney y Theo Walcott. En Inglaterra confiaban en él para que con su liderazgo llevara a los ‘Pross’ a conquistar el Mundial del 58, mientras que en el Manchester estaban seguros que la camada de jugadores liderada por Edwards podía hacer frente al hasta entonces intratable Real Madrid, que sumaba por victorias todas sus participaciones en la Copa de Europa.
Sin embargo, el destino no le dio la oportunidad de intentar estos éxitos. El 6 de febrero de 1958, el United se disponía a partir a Manchester desde Belgrado tras haber eliminado al Estrella Roja en los cuartos de final de máxima competición continental. Sin embargo, a la hora de despegar los ingleses se encontraron con un problema: Johnny Berry había perdido su pasaporte y las autoridades serbias no le dejaban salir del país junto a su equipo, que no quería partir sin que Berry estuviera entre sus filas.
La acción era un guiño del destino para salvar a un equipo de ensueño. Sin embargo, los dirigentes de los ‘Diablos Rojos’ no lo vieron así y forzaron para que Berry subiera a aquel avión y el conjunto de Matt Busby regresara a casa. Aunque, antes de regresar a Gran Bretaña, el vuelo debía de hacer una escala en Munich para repostar. El tiempo aquel día era el típico del invierno alemán: el viento era muy fuerte y la pista de aterrizaje estaba helada.
Una vez hecho el reportaje se aconsejó al capitán del avión, James Thain, que no despegara debido a las condiciones climatológicas. Thain no hizo caso y realizó dos intentos de despegue, pero se vio obligado a desistir debido a diversos problemas que sufrían los motores. En el tercer intento, a las 3:04 de la tarde, el avión falló al ganar la altura adecuada y se estrelló en unas tierras cercanas al aeropuerto. Años más tarde, se descubrió que el accidente fue culpa del aguanieve que había al final de la pista y no por la tozudez del piloto.
Pero no perdamos el hilo de la historia. El accidente provocó varios muertos y muchos heridos de gravedad, uno de estos últimos era Sir Bobby Charlton. Charlton por aquel entonces era un joven que destacaba y que tenía una gran amistad con Edwards. Una vez se despertó en el hospital, vio como su compañero de habitación le miraba con desolación mientras leía el periódico. Bobby le pidió que le leyera lo que ponía en la cabecera, donde se veían unas espeluznantes fotos de un avión destrozado. El alemán accedió y comenzó: “Roger Byrne, David Pegg, Eddie Colman, Tommy Taylor, Billy Whelan, Mark Jones, Geoff Bent”. Entonces se paró, se hizo el silencio y tras tragar saliva continuó: “Muertos”.
Charlton no se lo podía creer, estaba conmocionado y se preguntaba cuál era la razón por la que sus compañeros habían muerto y él no. Una vez recuperado, se fue corriendo a ver Jimmy Murphy, ayudante de Busby. Éste le dijo que los que de los supervivientes había dos casos muy graves: Busby y Edwards. Sobre el técnico le contó la gran fortaleza que estaba mostrando pese a lo mal que lo estaba pasando: “Tres veces le han dado la extremaunción, Bobby, tres veces… pero ese hombre no se va a rendir, te lo aseguro”. No se equivocó, pues finalmente sobrevivió.
La situación de Edwards era diferente, aunque seguía estando loco por volver a jugar pese a estar entre la vida y la muerte. “Jimmy, una pregunta ¿A qué hora es el partido contra los Wolves? Ese partido no me lo quiero perder de ninguna forma. ¿A qué hora jugamos?”, dijo nada más recuperar la consciencia. Sin embargo, había perdido mucha sangre y necesitaba un riñón para poder seguir vivo. A las 32 horas de su ingreso en el hospital le hicieron el transplante que necesitaba. Pero su sangre se había coagulado y el riñón nuevo no respondió como se esperaba y le provocó una sangría interna que le estaba destrozado por dentro y le había dejado sin habla.
En esa situación Charlton se acercó a verle. El ‘Divino Calvo’ se quedó muy sorprendido al ver en un estado muy demacrado a su amigo. De hecho, de no ser por la placa que ponía en su cama no le habría reconocido. Edwards le contenía de manera fría la mirada, contuvo la respiración durante unos minutos y, tras varios días sin habla, abrió la boca como si llevara tiempo reservando sus últimas palabras para alguien tan especial para él como lo era Bobby. “Dime Bobby… ¿por qué has tardado tanto?”, le espetó. Finalmente su cuerpo dijo basta y el 21 de febrero murió en Munich sin poder regatear a su trágico final como antaño lo había hecho con sus rivales.
En Inglaterra se celebró un funeral a la altura de un Jefe de Estado. El Manchester, por su parte, en el programa de su siguiente partido oficial, en la hoja en la que debía venir la alineación de los ‘Diablos Rojos’ no ponía nada, estaba en blanco. Era un tributo a Edwards y el resto de jugadores que perdieron la vida. No era justo que aparecieran otros nombres en el lugar de gente como Edwards, que desde su cama del hospital de Munich hubiera dado todo lo que pudiera por haberse enfundado una vez más la camiseta del United y haberse despedido en casa con el aplauso de esa afilón que tanto le idolatró y por la que tanto luchó.