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Simeone, invicto contra Zidane en San Siro
Este fin de semana se celebra, al fin, la final de la Liga de Campeones en un duelo cargado de morbo entre Real Madrid y Atlético de Madrid además de por la rivalidad ciudadana que tienen por lo vivido en la final de 2014 en Lisboa. El partido se va a celebrar en San Siro, un estadio muy conocido por Diego Pablo Simeone y Zinedine Zidane por su paso por la Serie A. De hecho, el ‘Cholo’ nunca perdió un duelo disputado en el feudo milanés contra el galo como jugador.
Simeone y Zidane se vieron dos veces las caras como futbolistas en San Siro y en ninguna perdió el albiceleste. Fue a finales de la década de los 90, cuando el ahora técnico rojiblanco jugaba en el Inter de Milán y el entrenador madridista en la Juventus de Turín. La primera vez que jugaron Diego y Zinedine frente a frente en San Siro fue el cuatro de enero de 1998.
El Inter se encontraba en plena lucha del Scudetto con la Juve y se enfrentaron en la jornada 14 del campeonato. Aquel duelo se lo llevaron los neroazzurri por 1-0 gracias a un tanto de Youri Djorkaeff a los 47 minutos de encuentro. Zidane no completó su mejor partido con la ‘Vecchia Signora’ y fue cambiado a los 57 minutos por Angelo Di Livio. Simeone, por su parte, sí estuvo muy destacado y disputó 88 minutos, momento en el que fue sustituido por Ze Elías. Pese aquel triunfo, el título se lo llevó aquella temporada 97/98 la Juve tras una escandaloso arbitraje en el partido de vuelta.
La segunda y última vez que Simeone y Zidane se vieron las caras en San Siro fue el 27 de febrero de 1999, en la 23ª jornada de la Serie A. Por aquel entonces ni Inter ni Juve pasaban por su mejor momento y dejaron un partido para olvidar que acabó con empate a cero. Tanto el ‘Cholo’ como Zizou jugaron completo aquel encuentro en que, además, el galo vio la tarjeta amarilla a los 57 minutos.
Por tanto, Simeone lleva por ahora la ventaja a Zidane en los partidos disputados entre ambos en San Siro. Eso sí, la única vez que se enfrentaron ambos vistiendo las camisetas tanto de Atlético como de Real Madrid el triunfo final fue para el galo por 2-0.
La Juventus reincidente: el penalty a Ronaldo y el Scudetto del 98
Durante la pasada semana no se ha habló de otra cosa en Italia: el balón que sacó desde dentro de su portería Buffon en el Milan-Juve pero que el árbitro no estimó, para asombro de todos, como gol. El tanto habría supuesto el momentáneo 2-0 y hubiera dejado al Milan en clara posición de ventaja para ganar el Scudetto. Sin embargo, el gol no subió al marcador,la Juve logró empatar en la segunda mitad y ahora son ellos los claros favoritos para ganar el título. Este capítulo resucitó otro ya antiguo, cuando en un Juventus-Inter de la temporada 97/98 un nuevo error clamoroso del árbitro puso la liga italiana en bandeja para la Vecchia Signora.
Corría el 26 de abril de 1998, Juventus e Inter se iban a ver las caras en Delle Alpi cuando apenas restaban cuatro jornadas para el final del campeonato. Los bianconeri lideraban la tabla por un punto de ventaja con respecto a los neroazzurri tras una temporada en la que ambos estaban manteniendo un mano a mano espectacular. El partido era, por tanto, casi decisivo para el devenir del título.
La Juve fue la que comenzó dominando el choque, tanto que una genialidad de Alex del Piero puso al equipo entrenado entonces por Marcello Lippi por delante en el marcador en el minuto 21. Sin embargo, el Inter supo sobreponerse al golpe y reaccionó como mejor sabía: buscando la portería contraria. Justo cuando más parecía que estaba el empate visitante, más o menos por el minuto 70, Ronaldo se internó dentro del área local dispuesto a batir a Peruzzi. No lo pudo hacer porque Iuliano le salió como una exhalación y le derribó en lo que era un claro penalty.
Sin embargo, para sorpresa de todos, el árbitro Piero Ceccarini no señaló la pena máxima y dejó que siguiera el juego. Tanto que mientras los jugadores del Inter prácticamente se tiraban de los pelos porque no entendían lo que acababan de ver,la Juventus montó un rápido contragolpe que acabó en penalty sobre Del Piero, que esta vez si que señaló Ceccarini.
Cuando sucedió esto los interistas fueron todos prácticamente a comerse al árbitro, quien decidió expulsar a Gigi Simoni, técnico de los neroazzurri, por saltar al campo a protestar. “¡Avergüéncese! ¡Avergüéncese por ser capaz de hacer algo así!», le gritó Simoni mientras enfilaba el camino de los vestuarios. El partido prosiguió y Del Piero falló el penalty. Dio igual, el Inter estaba desquiciado pensando en el penalty de Ronaldo y deambuló los últimos minutos de cuerpo presente pero de mente ausente. Una muestra de ello fue Ze Elías, que dejó a los milaneses con 10 por pegar un codazo fruto de la desesperación. Así el partido acabó con 1-0.
“Claro que estoy contento, ¿por qué no habría de estarlo?”, dijo Ceccarini cuando abandonaba el estadio y era preguntado por los periodistas por la polémica jugada que había marcado el partido. La opinión de Ronaldo difería de la del árbitro: “Ha sido un auténtico robo. Me da igual si me sancionan pero es que ha sido una vergüenza. Sólo el árbitro no ha visto el penalti que me han hecho. Me siento triste, muy triste, porque un partido así no lo tendría que haber decidido nunca el árbitro. El campeonato está adulterado”. Massimo Moratti, presidente del Inter, también habló en la misma línea: “Que no me tomen más el pelo. Ha sido un auténtico robo, a un nivel de ridículo total. Mejor que el campeonato acabe aquí porque no tenemos ganas de que se sigan riendo de nosotros. No creo que haya una mano directa dela Juventus, son los árbitros, que se empeñan en favorecer al cuadro juventino. Mejor no jugar más, así nos evitamos esfuerzo”.
A la Federación no le tembló el pulso y sancionó con tres partidos, todo lo que quedaba de campeonato, a Simoni y Zamorano y con dos a Ronaldo y Ze Elías. Ahí se acabó el Scudetto, pues el Inter acusó el golpe en lo psicológico y no se supo reponer del golpe sufrido en Delle Alpi.La Juventus conquistó el título en la última jornada, pero todos sabían que donde realmente había quedado sentenciado fue contra el Inter.
Tiempo más tarde, Ceccarini reconoció su error: “Sobre Ronaldo me equivoqué”. Demasiado tarde para el Inter, demasiado tarde para Simoni. “El penaty me privó de la oportunidad de estar diez años seguidos entrenando en una grande”, dijo el técnico en 2009 en una entrevista concedida al programa Fiebre Maldini.
Javier Zanetti, el mito que llegó de puntillas
El Inter de Milán es uno de aquellos clubes a los que todos echan un ojo cada verano. Momento en el que Massimo Moratti, presidente del club neroazzurro, suele echar mano a la chequera para intentar traer a San Siro a los mejores, normalmente como consecuencia de que el equipo lombardo, fiel a su histórica condición de pupas, ha fracasado en la temporada anterior. Así han llegado innumerables cracks al Inter. Sin embargo, uno de los más recordados y queridos por la afición fue uno que llegó prácticamente de puntillas, sin hacer mucho ruido: Javier Zanetti.
Y es que la vida del polivalente jugador argentino siempre ha estado marcada por la modestia y la profesionalidad. De hecho, su incursión en el mundo del fútbol fue bastante curiosa, ya que tuvo su origen un día que Zanetti ayudaba a su padre a levantar una pared, tal y como relató en una entrevista a La Gazzetta: “Siempre ayudaba a mi padre en su trabajo, la albañilería. Y un día, cuando les dije a mis amigos que no podía ir a jugar porque tenía que darle una mano a papá, él me dijo que si tanto me gustaba el fútbol, debía intentar con una prueba en algún club. Apenas había pasado los 10 años”.
Lo que no podía imaginar Javier es lo lejos que ha llegado su carrera, ya que cuando comenzó apenas soñaba con jugar en la primera división argentina. Cosa que logró el 12 de septiembre de 1993 con Banfield, equipo al que había llegado procedente de Talleres, en un encuentro que acabó con empate a cero contra River Plate. Aunque el partido que le iba a lanzar a la fama no fue ése, sino otro que jugó contra el otro gran equipo del país, Boca Juniors, el cuatro de septiembre de 1994. Aquel día Zanetti fue la estrella de un Banfield que dio la gran sorpresa al ganar en la Bombonera por 1-2. A raíz de ese encuentro grandes equipos europeos comenzaron a seguirle la pista: “Para mí es un partido inolvidable. Podría decir que me proyectó de manera sorprendente. Al equipo y a mí nos salieron todas. Y demuestra lo importante que son Boca y River. Si jugás bien contra ellos te ve todo el mundo y tu vida puede cambiar por ese partido”.
Tanto que al verano siguiente el Inter de Milán desembolsó casi seis millones de euros para hacerse con sus servicios. En San Siro aterrizó prácticamente como un desconocido junto a otro prometedor lateral brasileño: Roberto Carlos, autor del gol de la victoria en el primer partido que jugó Javier en el Serie A: un Inter-Vicenza (1-0) disputado el 27 de agosto de 1995. Sin embargo, el futuro de Roberto Carlos y el del albiceleste no iban a estar muy ligados. Mientras que al brasileño le rechazaron por considerarle “demasiado ofensivo”, Zanetti pronto se hizo un hueco en el once titular. Tarea que no resultó nada fácil, pues en aquellos años el lateral derecho lo ocupaba Giuseppe Bergomi, un histórico del club.
Aunque la titularidad no fue lo único que le “robó” Zanetti a Bergomi, pues el pasado 20 de septiembre logró convertirse en el jugador que más veces ha jugado con el Inter, mérito que logró añadir al de extranjero con más partidos en la Serie A. Por ello, ahora en Milán cuando alguien pregunta por Javier Zanetti nadie tiene dudas en afirmar que es la bandera del Inter, algo que dista mucho de cuando llegó a la ciudad en el verano de 1995 como un auténtico desconocido. Un desconocido que a base de trabajo y esfuerzo ha conseguido grabar su nombre en la historia del club
El Bologna del 64 y la sombra del dopaje
El doping es una de las lacras que tiene el deporte y aunque el ciclismo es, posiblemente, el más afectado por este tema, el fútbol, lamentablemente, no se ha escapado de sus garras. Uno de los primeros casos de doping que se conoció en el balompié fue el del Bologna que se proclamó campeón de Italia en 1964. Aún hoy no han quedado muy claro qué es lo que realmente sucedió.
El Bologna en la campaña 63/64 disputó de tú a tú el Scudetto al todopoderoso Inter de Milán de Helenio Herrera, que había ganado el título el año anterior y que era temido en Europa. Sin embargo, los rossoblu recibieron un grandísimo golpe el cuatro de marzo de 1964: cinco de sus futbolistas (Fogli, Pascutti, Perani, Pavinato y Tumburus) y su entrenador (Fulvio Bernardini) fueron sancionados 18 meses por haber dado positivo por consumo de anfetaminas en un control antidopaje llevado a cabo el dos de febrero del mismo año tras haber ganado al Torino por 4-1, en la que era la décima victoria consecutiva de los boloñeses, todo un récord.
Obviamente, también les quitaron los tres puntos. Entonces la ciudad de Bolonia se echó a la calle para protestar. Pensaban que todo aquello era fruto de una persecución ideada para que el Inter fuera campeón: con tres puntos menos y con cinco de sus titulares sin poder jugar lo que restaba de campeonato, el camino de los neroazzurri hacia el título se allanaba. El Bologna decidió actuar y contrató a unos abogados (Cagli, Gabellini y Magri) para que pleitearan por la vía ordinaria contra la Federación por la sanción de manera personal, ya que estaba totalmente prohibido que un club lo hiciera. La primera decisión que tomaron los abogados fue que los futbolistas acusados no realizaran el contraanálisis que pudiera verificar, o no, el positivo.
Una actitud que resultó un tanto sospechosa, puesto que muchos entendieron que si no tenían nada que esconder no debían de haberse negado a realizar el segundo examen de orina. Sin embargo, la táctica les salió bien a los procuradores, puesto que el Bologna recuperó los tres puntos y a sus jugadores y técnico se les levantó la sanción. De esta manera el conjunto rossoblu llegó a la última jornada del campeonato con opciones de obtener el scudetto, ya que estaba empatado a puntos con el Inter.
El Bologna hizo los deberes ganando a la Lazio y los neroazzurri también al derrotar al Atalanta, un hecho que les obligaba a disputar a ambos un partido de desempate para dirimir quién ganaba el título. Sin embargo, el equipo dirigido por Bernardini durante unos minutos se vio campeón por una curiosa confusión. Al finalizar su encuentro contra la Lazio, en los altavoces se gritó “Desempate” (Spareggio) y la mayoría entendió “empate” (pareggio), pensando que el Atalanta había dado la sorpresa.
Días más tarde, el presidente del Bologna, Renato dall’Ara, que hoy da nombre al estadio del equipo, desaconsejando a los médicos que le pidieron que se quedara en casa porque estaba muy débil del corazón, viajó a Milán para hablar con la Federación y el Inter de la “final por el título”. En la reunión estuvo muy presente la sanción por dopaje que habían sufrido los boloñeses en marzo y Dall’Ara inició una acalorada discusión Angelo Moratti, presidente del Inter y padre de Massimo -actual mandamás de la entidad milanesa-, y con Giorgio Perlasca, presidente de la Federación. Su corazón no aguantó y Renato murió de un infarto en los brazos de Moratti.
Días más tarde, en Roma se jugó el partido decisivo. El Inter partía como favorito, ya que una semana antes había ganado la Copa de Europa. Sin embargo, el triunfo final fue para el Bologna, que honró la memoria de Dall’Ara con una victoria por 2-0. Helenio Herrera estaba convencido de que aquel Bologna se había dopado para obtener el título y dijo que Bernardini le había prometido que contaría toda la verdad una vez que pasara un tiempo considerable.
Sin embargo, Bernardini se fue a la tumba sin decir ni una palabra de lo que pasó. Todo ello ha provocado que con los años hayan llegado varias versiones sobre lo ocurrido. Una defiende la honestidad de los rossoblu y que éstos no fueron más que una víctima de todo. «En enero del 64 tres hombres se ofrecieron al presidente del Bologna para hacer una caza contra el Inter por un costo de treinta millones. Dall’Ara se negó y un mes después los rossoblu se vieron desbordados por el ciclón del dopaje «, dijo Augusto dall’Ara, sobrino de Renato, en una entrevista. “Unos años antes de su muerte, Viani (el entrenador del Milan en aquella época) me dijo que fue él quien manipuló los tubos”, declaró el doctor Dalmastri, médico de los boloñeses del 64 al 90.
Sin embargo, cuesta encontrar alguna razón que apoye que Viani decidiera arriesgar tanto para ayudar al eterno rival del Milan. Por ello, la versión de que el dopaje realmente existió tiene mucha más fuerza. Especialmente con declaraciones como las que hizo en el 98 a la Gazzetta dello Sport Giacomo Bulgarelli, uno de los jugadores que formaba parte de aquella plantilla: “Siempre me daban Micoren. Me dijeron que lo necesitaba para respirar y lo tomé. Pero no sólo yo, todos mis compañeros también lo tomaban. Cuando los controles se volvieron más estrictos, dejamos de tomarlo». Curiosamente, el Bologna nunca más volvió a ganar el Scudetto. Por ello, parece que el resultado más claro de aquella temporada 63/64 fue el de Doping 1, Fútbol 0.
Schilacci, el juguete roto de Italia 90
El fútbol, al igual que la vida, es como una montaña rusa: unas veces estás arriba y otras lo haces abajo, o viceversa. Sea como fuere, un claro ejemplo de ello es el delantero italiano Salvatore Schilacci. Y es que el ariete transalpino pasó de la nada a la gloria en un breve espacio de tiempo. Sin embargo, su estrella se apagó a la misma velocidad a la que había comenzado a brillar.
El Toto, sobrenombre con el que fue conocido, comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo del fútbol en el AMAT Palermo, de su ciudad natal. Aunque Salvatore duró poco tiempo en el equipo de su tierra, apenas un año, y fichó en el 82 por el Messina, que entonces militaba en la Serie C, equivalente a la Tercera División española.
Allí Schillaci comenzó a destacar como un delantero oportunista y con chispa. Tanto que incluso logró acaparar el protagonismo de algún que otro artículo de la prensa local. Todo ello le llevó a fichar, contra todo pronóstico, en 1989 por uno de los grandes de Italia: la Juventus. Sin embargo, los bianconeri entonces vivían en una especie de depresión post-Platini y en la liga estaban a la sombra de Milan e Inter.
En tanto, la selección italiana estaba en pleno proceso de renovación preparando el Mundial del que iban a ser anfitriones en el 90. El seleccionador de aquel equipo, Azeglio Vicini, tenía como base de aquella escuadra a una camada de jugadores jóvenes muy importante con gente como Paolo Maldini, Gianluca Vialli, Giuseppe Giannini, Walter Zenga, Carlo Ancelotti o Andrea Carnevale. Sin embargo, ese equipo tenía una tara muy importante: le faltaba gol.
Por ello, tras una temporada más que aceptable aunque sin llegar a números extrasféricos, Vicini decidió incluirle para sorpresa del personal en la lista definitiva para el Mundial de 1990. Eso sí, en un principio, partía como una de las últimas opciones que tenía Italia para el ataque, pues en esa posición el seleccionador prefería a hombres como Vialli y Carnevale. Sin embargo, la gloria le estaba llamando a la puerta.
Toto, como era previsible, comenzó el torneo como suplente, pero su estrella se comenzaron a agigantar conforme fueron pasando los encuentros. En la primera fase, con tres goles, salvó a Italia de un ridículo mayúsculo y permitió que los azzurri pasaran la primera fase. Algo que hizo que en el tercer partido del campeonato se hiciera con una titularidad que ya no iba a abandonar en todo el torneo.
En los octavos y en los cuartos Schillaci dejó su sello marcando en ambos partidos, algo que le valió para pasar en apenas unos días del anonimato a ser una estrella mundial, el delantero que estaba en boca de todos. Sin embargo, Salvatore, que comenzó a ser apodado como “el padrino del gol” por sus orígenes sicilianos, no pudo evitar que Italia cayera derrotada en las semifinales del torneo contra la Argentina de Maradona.
Aun así, el delantero marcó en el partido por el tercer y cuarto puesto y logró hacerse con la bota de oro del torneo. Aunque él se quedó con algo más grande: en el torneo se había ganado el corazón y aprecio de todos los tifosi, quienes le consideraron como el mejor jugador de Italia en el Mundial. Sólo Roberto Baggio, que comenzaba a dar clases sobre el encerado, consiguió robarle algo de fama a Toto.
Aunque, lamentablemente para Schillaci, esto finalmente sólo se quedó en el bonito sueño de unas noches de verano. Regresó la competición a nivel de clubes y al Toto se le acabó la pólvora tan rápido como se había convertido en una estrella, pues en las dos siguientes temporadas en la Juventus apenas anotó nueve goles.
Las puertas de la selección, además, se le cerraron de manera definitiva y los aficionados azzurri que tanto le aclamaron por sus goles en el Mundial le olvidaron pronto debido a la confirmación de Baggio como un ‘fuoriclassi’ y la fulgurante aparición de otros delanteros como Signori o Casiraghi.
Por ello, en el verano del 92 firmó por el Inter de Milán, donde tampoco logró cuajar y se dio cuenta de que, definitivamente, su estrella se había pagado. Así un año más tarde los neroazzurri no pusieron ninguna traba en que Salvatore firmara por el Jubilo Iwata japonés, convirtiéndose de esa manera en el primer jugador italiano que jugaba en esa liga.
Allí, con buenas cifras realizadoras, vivió sus últimos días en el mundo del fútbol. Mirando, quizás, con nostalgia aquellos días en el que su estrella emergió pero que desapareció con la misma fuerza y rapidez que llegó al firmamento.
Pistone, el sustituto de Roberto Carlos
Ahora llevan una racha positiva, con cuatro scudetti ganados de manera consecutiva, pero hasta hace poco decir Inter no era sinónimo de equipo campeón, sino de pifias y grandes fracasos. Uno de los casos que demuestran esto fue la permisividad de los milaneses ante la marcha de Roberto Carlos, pensando que habían hecho un buen negocio con su venta porque contaban en el lateral izquierdo con Alessandro Pistone.
Corría el verano del 95 y Massimo Moratti, que hacía poco acababa de acceder a la presidencia del Inter con la ilusión de recuperar el Grande Inter de los 60, había optado por mantener en el banquillo a Ottavio Bianchi, pese a que la afición no estaba para nada de acuerdo con esta decisión. Y es que el técnico completó una paupérrima campaña 94/95 en la que consiguió clasificar a los neroazzurri para la UEFA en la última jornada de liga.
Aun así, Moratti confiaba en Bianchi porque había logrado anteriormente con el Nápoles un Scudetto, una Coppa y una UEFA. Para devolver la gloria al Inter, ese verano llegaron a Milán muchos jugadores, dos de ellos laterales: Javier Zanetti y Roberto Carlos. El argentino llegó a Italia como una apuesta personal de la secretaria técnica, pues hasta entonces era un auténtico desconocido en Europa. Roberto Carlos, por su parte, llegaba avalado por su buen hacer en el Palmeiras y tras haber destacado con Brasil en la Copa América.
Sin embargo, los resultados no acompañaron al Inter en las primeras jornadas y Bianchi fue cesado. Su sustituto de manera provisional fue el español Luis Suárez, que en el breve tiempo que estuvo en el banquillo vivió la eliminación del conjunto italiano a manos del modesto Lugano a las primeras de cambio en la UEFA. Sonaron entonces varios nombres, tres británicos y uno portugués: Alex Ferguson, Terry Venables, Roy Hudgson y Artur Jorge.
Finalmente, sobre todo porque fichar a Ferguson y Venables resultaba imposible, Moratti optó por contratar a Hodgson, que había dirigido con buenos resultados a la selección de Suiza. Una vez ya en San Siro, Hodgson tomó varias medidas para cambiar el rumbo del equipo. Una de ellas fue la de adelantar la posición de Roberto Carlos y convertirle en centrocampista izquierdo porque el inglés le veía demasiado ofensivo para el lateral.
Pese a que Roberto Carlos insistió en que su posición natural era la de lateral y que igual que se incorporaba al ataque también cumplía con sus funciones en defensa, Roy lo sentenció. Planificando la temporada 96/97 con Moratti, Hudgson le vino a decir algo muy parecido a la siguiente conversación al máximo dirigente neroazzurro:
R.H.-Presidente, trate de colocar este verano en el mercado a Roberto Carlos, no sirve para este equipo.
M.M-¿Estás seguro Roy? Algunos intermediarios me han dicho que Fabio Capello le quiere para el proyecto que tiene el próximo año es España y si le quiere será por algo. Además, es internacional con Brasil.
R.H.- Hazme caso Massimo, este jugador no sirve para jugar en Italia, no sabe defender, sólo ataca. Fichemos al lateral izquierdo del Vicenza, Pistone, que si que sabe defender y nos dará buenos resultados
Ese mismo verano, Moratti hizo caso a su técnico: vendió al lateral brasileño al Real Madrid por 600 millones de pesetas y fichó a Alessandro Pistone del Vicenza para ese puesto. El resultado no pudo ser peor para los italianos. A la siguiente temporada, Hodgson fue despedido al acabar la campaña 96/97 y Pistone también enfiló la puerta de salida del club tras haber pasado de sin pena ni gloria. ¿Roberto Carlos? Su rendimiento en el Real Madrid provocó que Moratti se tirara de los pelos por haber hecho caso a Hodgson y haber apostado por Pistone.