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Cuando el Badajoz soñó con fichar a Maradona
Hablar de Diego Armando Maradona es hacerlo de uno de los jugadores más grandes de la historia del fútbol, sino el que más. Por ello, muchos equipos soñaron en ficharle en algún momento. En el blog ya hablamos de que el Sheffield United estuvo cerca de hacerse con sus servicios cuando el Pelusa no era más que un adolescente. Pues bien, hoy toca hablar de otro club que tanteó su contratación: el Badajoz. Sí, habéis leído bien.
Para hablar de esta historia hay que trasladarse hasta el verano de 1998. El Badajoz vive por aquel entonces uno de los mejores momentos de su historia: está asentado en Segunda División y en la campaña 97-98 firmó su mejor puesto en la categoría, un quinto puesto que le dejo a solo uno de disputar la promoción de ascenso a Primera.
Marcello Tinelli, uno de los presentadores más populares de Argentina, cae en la tentación de jugar al PC Fútbol en la vida real y compra el club pacense por 500.000 dólares. Además, lo hace con un objetivo muy ambicioso: ascender al Badajoz a Primera. No hay que olvidar que el fútbol extremeño vivía por aquel entonces su edad de oro tras los ascensos a la máxima categoría de Mérida y Extremadura.
Para conseguir el objetivo, Tinelli decide traer al club a un montón de jugadores argentinos cuyo máximo reconocimiento era que habían pasado sin pena ni gloria por la máxima categoría de su país. Pese a ello, la ilusión se disparó en Badajoz y los blanquinegros lograron tener para la campaña 98/99 5600 abonados, récord histórico de la entidad y una cifra a la que nunca más ha vuelto a acercarse.
Sin embargo, a Tinelli le faltaba la guinda al proyecto. Le quedaba por traer una estrella que liderara y abanderara al club. Por ello, el presentador pensó en Maradona. Diego en esos momentos se encontraba sin equipo debido a que estaba retirado, puesto que había jugado su último partido oficial el 25 de octubre de 1997 con Boca Juniors.
Los rumores provocaron la euforia en la hinchada pacense, que soñaba con ver al 10 en su equipo. Sin embargo, Guillermo Cóppola, representante del jugador se encargó de bajar pronto la euforia y, pese a que reconoció que había hablado con dirigentes del Badajoz, señaló que si Maradona jugaba con el club blanquinegro solo sería un partido: el del estreno del Nuevo Vivero, nuevo campo del Badajoz.
«Sólo jugaría un partido el 4 del mes próximo (diciembre) en la inauguración del estadio del Badajoz, pero todavía no está confirmado. Lo cierto es que Maradona arregló las diferencias que tenía con Tinelli y ahora todo es posible», señaló el representante a la prensa al ser preguntado por el tema.
Al final, como era de esperar, ni lo uno ni lo otro. Badajoz se quedó con las ganas de ver a Maradona tanto en Liga como en el debut del nuevo estadio. Tinelli entonces intentó escudarse en que el exinternacional albiceleste estaba retirado y que por eso no interesaba al club. Sin embargo, no cejó en su empeño de traer una estrella argentina al Badajoz y negoció los fichajes de Claudio Caniggia y Jorge Burruchaga. Ambos rechazaron enrolarse al proyecto de Tinelli y lo máximo que consiguió este último fue un acuerdo con Mauricio Macri, por entonces presidente de Boca juniors, para que los bonaerenses les cedieran jóvenes promesas.
Como era de esperar en un equipo compuesto por jugadores y un cuerpo técnico que no conocía para nada la Segunda División de España, el Badajoz ni se acercó aquella temporada 98/99 a los puestos de ascenso. Ni esa temporada ni hasta octubre de 2001, fecha en la que Tinelli se cansó de su juguete y vendió el club, en una operación en la que intermedió, tal y como cuenta la prensa de la época, Javier Tebas.
El Badajoz por entonces arrastraba una deuda importante que acabó con su desaparición. Actualmente, tras ser refundado, intenta resurgir de sus cenizas en la Tercera División aunque pocos se acuerdan ya de que para el equipo sonó ni más ni menos que Diego Armando Maradona.
Belanov, el hombre que quitó un Balón de Oro a Maradona
Hablar de los ganadores del Balón de Oro es sinónimo de hacerlo de los mejores futbolistas de la historia. Sin embargo, pocos se acuerdan de Igor Belanov, el hombre que ganó el trofeo en 1986 y al que hoy pocos recuerdan.
El que ganara el título Belanov, tan sorprendente como casi desconocido, responde a varias circunstancias. En aquel año nadie tenía ninguna duda de que el mejor futbolista que había sobre la tierra era Diego Armando Maradona, especialmente tras la exhibición que dio en el Mundial de México.
Sin embargo, hasta 1995 el Balón de Oro sólo lo podían recibir futbolistas europeos, por lo que Maradona era imposible que ni tan siquiera fuera candidato a ganarlo. Aquel año la Copa de Europa la ganó el Steaua de Bucarest, cosa que fue una auténtica sorpresa. Sin embargo, Rumanía no se clasificó para el Mundial y las estrellas del campeón del Viejo Continente no pudieron refrendar su candidatura en otro torneo de mayor envergadura.
Días antes de que se conociera el ganador, ‘La Gazzetta dello Sport’ filtró que el ganador del galardón iba a ser Emilio Butragueño, pero el madridista finalmente tuvo que conformarse con el Balón de Bronce. Las malas lenguas cuenta que Belanov ganó el trofeo debido a que los corresponsales de France Football en el este de Europa se confabularon todos para votar a Belanov.
Pero ¿qué había hecho el jugador para ganar el trofeo? La verdad es que no mucho. Es cierto que fue uno de los puntales del Dynamo de Kiev que aquel año ganó la Recopa, pero aquel equipo destacó más como conjunto, como bloque, que por individualidades. En el Mundial de 1986 su aportación más recordada fue un hattrick que logró para la Unión Soviética en los octavos de final del torneo contra Bélgica…que aun así no evitaron la eliminación de los soviéticos.
De hecho, Valery Lobanobsky, su entrenador en el Dynamo, llegó a decir que Belanov llegó a pensar que el que le hubieran dado el premio era el resultado de un malentendido, de una confusión. Podría ser, ya que su estrella se apagó tan rápido como se encendió. En 1988 pasó de héroe a villano en su país después de fallar un penalti contra Holanda en la final de la Eurocopa. La copa la ganaron los tulipanes, pero la pena máxima podía haber cambiado el partido.
Posteriormente, pasó por Alemania con más pena que gloria. Así hasta que colgó las botas en su Odessa natal, donde, curiosamente, de joven le habían rechazado para el equipo en su una de las muchas peculiaridades del Balón de Oro más extraño de todos los tiempos.
El día que Maradona jugó con el Granada
Tras conseguir ascender a la Primera División, el Granada ha visto como su popularidad ha aumentado, y va a aumentar, bastante. Sin embargo, debido a las penurias que ha pasado el club andaluz en los últimos años, pocos conocen que en la década de los ochenta hubo un día en el que se habló del conjunto rojiblanco en todo el mundo. Fue el quince de noviembre de 1987, fecha en la que el Granada logró lo que nunca nadie volvió a hacer: juntar a los tres hermanos Maradona defendiendo los colores de la escuadra de la Alhambra.
Corría la temporada 87/88 y el Granada jugaba entonces en Segunda División. En aquel año uno de los fichajes estrella de los granadinos fue Lalo, que llegó a Los Cármenes con la vitola de ser uno de los hermanos del gran Diego Armando Maradona, el mejor jugador del mundo en aquellos momentos. Lalo aterrizó con buen pie, pues debutó con la casaca rojiblanca en un encuentro en el que el Granada endosó cinco tantos al Deportivo de la Coruña, uno de ellos anotado por él mismo.
Sin embargo, el fichaje de Lalo, además de la contratación del futbolista, traía consigo un regalo: el compromiso de que en un amistoso debían jugar los tres hermanos Maradona con la casaca del Granada, algo insólito y que nunca se había producido antes. Finalmente, tras muchas complicaciones para encontrar fecha, el partido se jugó el domingo 15 de noviembre de 1987, coincidiendo con que ese fin de semana las grandes ligas paraban porque había partidos de selecciones.
El rival seleccionado para dicho encuentro fue el Malmoe, que acababa de finalizar como subcampeón la liga sueca y que se iba a embolsar cuatro millones de pesetas por jugar dicho partido. Durante aquel fin de semana, la ciudad se paralizó para observar tal acontecimiento y Maradona, a su llegada a Andalucía, agradeció el gesto: “La maravillosa iniciativa que ha tenido esta ciudad de reunirnos a los tres hermanos y que por primera vez juguemos juntos un partido. Es algo como un sueño que por fin voy a poder ver cumplido”.
Traer al “pelusa”, y a todo el séquito que le acompañaba, le costó al Granada unos cuatro millones de pesetas. Dinero que amortizó el club, ya que por las ventas en taquilla ingresó unos veinte millones, a los que hay que añadir los cuatro que pagó TV3 por dar en diferido el partido y enviarle la señal al Canale 5 de Silvio Berlusconi.
Joaquín Peiró fue el técnico de los Maradona en aquel partido y tenía claro, antes de jugar el encuentro, que a Diego tampoco le iba a dar muchas explicaciones: “No voy a decirle lo que tiene que hacer porque Maradona es un genio que sabe desenvolverse en cualquier momento y en cualquier circunstancia”. Finalmente, Maradona saltó junto sus otros dos hermanos, Lalo y Hugo, al césped de Los Cármenes enfundado con la camiseta del Granada con el 9 a la espalda y disputó los noventa minutos del encuentro que ganaron los granadinos por un ajustado 3-2. Diego, temeroso de poder lesionarse, no intervino mucho en el juego, pero dejó muestra de su clase al anotar un magnífico tiro de falta que en aquellos instantes ponía el 2-2 en el marcador.
Maradona acabó muy contento con la experiencia: “Aprecio mucho lo que hacen en esta ciudad por mi hermano y les puedo decir que mientras se comporten así con él yo estoy dispuesto a jugar cuantas veces sea necesario en Granada y con el Granada. Hoy durante 90 minutos me he sentido un jugador del Granada CF”. Sin embargo, no se volvió a ver nunca más a Maradona con la camiseta rojiblanca. Quizás ayudó que el Granada descendió aquella temporada y que su hermano Lalo resultó ser un fiasco que apenas logró aportar nada positivo al equipo.
¡Qué grande es el Feyenoord!
La semana deja varios temas interesantes de los que hablar: el 50 cumpleaños de Maradona, el nuevo récord de Del Piero con la Juventus, la nueva “cassanatta” de Cassano y muchas más. Sin embargo, al igual que hace siete días, vuelve a tocar hablar del Feyenoord. Merece la pena.
El pasado fin de semana el equipo de la reina fue el inesperado protagonista de la actualidad del fútbol mundial tras encajar en el Phillips Stadium un histórico, a la vez que hiriente, 10-0 a manos del PSV. Sin embargo, donde muchos hubieran agachado la cabeza y guardado en el fondo de su armario su camiseta hasta que llegaran tiempos mejores, los aficionados del Feyenoord demostraron no estar hechos de esa pasta.
Nada más llegar a Roterdam, varios aficionados esperaron al equipo, pero no les increparon ni insultaron, todo lo contrario. Les dieron ánimos tanto a los jugadores como al entrenador, Mario Been, que puso su cargo a disposición de la directiva al término del partido.
Been fue ratificado en su puesto, más que nada porque el Feyenoord no se puede permitir rescindirle el contrato, y el equipo que fue humillado el pasado domingo pisó De kuip por primera vez el pasado miércoles. En otros sitios el campo habría estado vacío, sin embargo De Kuip rozó el lleno. Además, no hubo reproches por parte de la afición. Es más, antes de comenzar el encuentro se desplegó una pancarta en la que se podía leer Feyenoord till we died (Del Feyenoord hasta que nos muramos).
El rival de aquella noche fue el Venlo, uno de los más débiles de la Eredivisie, y al conjunto de Been le costó un mundo superarles, pese al engañoso 3-0 final. Pese a ello, desde la grada no hubo quejas ni reproches. Todos estaban más preocupados en lucir sus bufandas y camisetas rojiblancas que en gastar energías increpando al equipo.
Tras la derrota por 10-0 varios aficionados se movilizaron y han conseguido reunir 17 millones que han donado al club para que pueda ir pagando deudas. Este fin de semana el Feyenoord perdió 2-1 contra el AZ y su situación liguera es muy peligrosa. Aun así no dudo en que De Kuip se llenará el próximo domingo. ¡Qué grande es el Feyenoord!
Schilacci, el juguete roto de Italia 90
El fútbol, al igual que la vida, es como una montaña rusa: unas veces estás arriba y otras lo haces abajo, o viceversa. Sea como fuere, un claro ejemplo de ello es el delantero italiano Salvatore Schilacci. Y es que el ariete transalpino pasó de la nada a la gloria en un breve espacio de tiempo. Sin embargo, su estrella se apagó a la misma velocidad a la que había comenzado a brillar.
El Toto, sobrenombre con el que fue conocido, comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo del fútbol en el AMAT Palermo, de su ciudad natal. Aunque Salvatore duró poco tiempo en el equipo de su tierra, apenas un año, y fichó en el 82 por el Messina, que entonces militaba en la Serie C, equivalente a la Tercera División española.
Allí Schillaci comenzó a destacar como un delantero oportunista y con chispa. Tanto que incluso logró acaparar el protagonismo de algún que otro artículo de la prensa local. Todo ello le llevó a fichar, contra todo pronóstico, en 1989 por uno de los grandes de Italia: la Juventus. Sin embargo, los bianconeri entonces vivían en una especie de depresión post-Platini y en la liga estaban a la sombra de Milan e Inter.
En tanto, la selección italiana estaba en pleno proceso de renovación preparando el Mundial del que iban a ser anfitriones en el 90. El seleccionador de aquel equipo, Azeglio Vicini, tenía como base de aquella escuadra a una camada de jugadores jóvenes muy importante con gente como Paolo Maldini, Gianluca Vialli, Giuseppe Giannini, Walter Zenga, Carlo Ancelotti o Andrea Carnevale. Sin embargo, ese equipo tenía una tara muy importante: le faltaba gol.
Por ello, tras una temporada más que aceptable aunque sin llegar a números extrasféricos, Vicini decidió incluirle para sorpresa del personal en la lista definitiva para el Mundial de 1990. Eso sí, en un principio, partía como una de las últimas opciones que tenía Italia para el ataque, pues en esa posición el seleccionador prefería a hombres como Vialli y Carnevale. Sin embargo, la gloria le estaba llamando a la puerta.
Toto, como era previsible, comenzó el torneo como suplente, pero su estrella se comenzaron a agigantar conforme fueron pasando los encuentros. En la primera fase, con tres goles, salvó a Italia de un ridículo mayúsculo y permitió que los azzurri pasaran la primera fase. Algo que hizo que en el tercer partido del campeonato se hiciera con una titularidad que ya no iba a abandonar en todo el torneo.
En los octavos y en los cuartos Schillaci dejó su sello marcando en ambos partidos, algo que le valió para pasar en apenas unos días del anonimato a ser una estrella mundial, el delantero que estaba en boca de todos. Sin embargo, Salvatore, que comenzó a ser apodado como “el padrino del gol” por sus orígenes sicilianos, no pudo evitar que Italia cayera derrotada en las semifinales del torneo contra la Argentina de Maradona.
Aun así, el delantero marcó en el partido por el tercer y cuarto puesto y logró hacerse con la bota de oro del torneo. Aunque él se quedó con algo más grande: en el torneo se había ganado el corazón y aprecio de todos los tifosi, quienes le consideraron como el mejor jugador de Italia en el Mundial. Sólo Roberto Baggio, que comenzaba a dar clases sobre el encerado, consiguió robarle algo de fama a Toto.
Aunque, lamentablemente para Schillaci, esto finalmente sólo se quedó en el bonito sueño de unas noches de verano. Regresó la competición a nivel de clubes y al Toto se le acabó la pólvora tan rápido como se había convertido en una estrella, pues en las dos siguientes temporadas en la Juventus apenas anotó nueve goles.
Las puertas de la selección, además, se le cerraron de manera definitiva y los aficionados azzurri que tanto le aclamaron por sus goles en el Mundial le olvidaron pronto debido a la confirmación de Baggio como un ‘fuoriclassi’ y la fulgurante aparición de otros delanteros como Signori o Casiraghi.
Por ello, en el verano del 92 firmó por el Inter de Milán, donde tampoco logró cuajar y se dio cuenta de que, definitivamente, su estrella se había pagado. Así un año más tarde los neroazzurri no pusieron ninguna traba en que Salvatore firmara por el Jubilo Iwata japonés, convirtiéndose de esa manera en el primer jugador italiano que jugaba en esa liga.
Allí, con buenas cifras realizadoras, vivió sus últimos días en el mundo del fútbol. Mirando, quizás, con nostalgia aquellos días en el que su estrella emergió pero que desapareció con la misma fuerza y rapidez que llegó al firmamento.