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Emery, el primer portero que tuvo que recoger un balón de su red
Si comienzo este post diciendo que voy a hablar de Emery, a buen seguro que la mayoría se pensará que en las siguientes líneas se va a escribir sobre Unai, el actual técnico del Valencia. Sin embargo, esto no es así, al menos en parte. Y es que el entrenador vasco proviene de una familia con gran tradición y prestigio futbolero. Uno de los que comenzó la saga de los Emery fue Antonio, portero que pasó a la historia, entre otras cosas, por ser el primero en encajar un gol en la Liga.
Antonio Emery nació en 1905 en Irún y desarrolló su carrera en el equipo de la misma localidad: el Real Unión. Antonio comenzó a jugar al fútbol en una época en la que el conocido como ‘deporte rey’ se comenzó a extender por España y en la que los partiods eran más puros que ahora: pues lo único que buscaban los futbolistas era la gloria que otorgaba la victoria.
La carrera Emery tuvo un momento clave: la lesión de Muguruza, guardameta del Real Unión. Entonces él jugaba de extremo izquierdo y el entrenador del equipo le propuso que retrasara su posición hasta la portería para suplir a su compañero. Una decisión que, en un principio, pareció un tanto arriesgada debido a que Antonio apenas contaba con metro 70 de estatura. Vamos, que no era ningún gigante.
Sin embargo, la apuesta le salió bien al técnico, pues Emery dejó boquiabiertos a todos con su agilidad bajo los palos. Tanto que no volvió a jugar nunca más como futbolista de campo e hizo de la portería su hábitat natural. Allí vivió la época más gloriosa del club, en la que logró ganar dos Copas del Rey, una, ni más ni menos que contra todo un Real Madrid.
Además cuenta con el dudoso honor de ser el primer portero que tuvo que recoger el balón de su portería después de que Pitu Prat, del Espanyol, le marcara el primer gol de la historia de la Liga. Pese a ello, este detalle no impidió que fuera uno de los porteros más aclamados de la época. Tanto que innumerables ocasiones se pidió que fuera él el que defendiera la portería de la selección española.
La burocracia de aquel entonces, ‘burrocracia’ quedaría mejor dicho, impidió que lo hiciera, ya que su padre era francés y la ley no lo permitía por no considerarle “100% español”. Para cuando se derogó la ley apareció un coloso llamado Ricardo Zamora que acabó definitivamente con todas sus ilusiones por jugar con la ‘Roja’.
Antonio fue apodado como ‘Pajarito Emery’. Su hijo Juan, padre del actual entrenador del Valencia, pensó que era por cómo volaba a por cada balón que iba a sus dominios, pero se sorprendió al saber que era porque cuando Antonio debutó en Santander dijo que por jugar aquel partido había dejado de ir a una merienda de pajaritos.
Pese a su fama, Antonio Emery en toda su carrera sólo gano 550 pesetas, algo más de tres euros, porque con lo que realmente se ganaba la vida era trabajando en el ferrocarril. Y es que en aquella época el fútbol era más puro, no había amor al dinero, sólo a la pelota.
Adelaida, la nonna que hizo grande a Zoff
Hablar de Dino Zoff es hacerlo de una leyenda bajo los palos. El italiano marcó una época defendiendo la meta de Italia y de la Juventus. Tanto que está considerado, junto a otros mitos como Lev Yashin, Ricardo Zamora y Gordon Banks, como uno de los grandes guardametas de toda la historia. Sin embargo, el secreto de su éxito no estuvo ni en sus manos ni en sus botas, sino en su abuela Adelaida.
La nonna era una campesina de la región italiana del Friuli y una persona muy sabia. Su nieto, en cambio, solo tenía una cosa en la cabeza: el fútbol. Sin embargo, pese a apuntar maneras en su juventud, el pequeño Zoff se llevó un gran desencanto en sus inicios porque fue rechazado por el Inter y la Juventus debido a que no llegaba al metro setenta. Entonces Dino decidió echar mano de la sapiencia de su abuela para solucionar el problema de su estatura, si es que éste lo tenía.
Al conocer la situación, Adelaida no vaciló y decidió desempolvar una receta que únicamente conocían los más viejos del lugar y que tenía muchos años. Así ni corta ni perezosa comenzó a dar a Zoff ocho huevos diarios. El experimento, que parecía que tenía más posibilidades de acabar con las arterias de Zoff que otra cosa, surtió efecto y el pequeño portero creció cerca de veinte centímetros. Lo suficiente para sobrepasar el metro ochenta y pasar una prueba con el Udinese, que le sirvió de trampolín hasta el estrellato. La carrera de Zoff como jugador terminó a los 41 años, y pensar que fueron unos huevos los que evitaran que se perdiera en las categorías inferiores con menos de veinte…..